domingo, 14 de marzo de 2021

SERGIO EN EL CARRIL BICI

Nada es por casualidad. No, no pretendo apuntar la existencia de un plan universal al que estamos calladamente sometidos, ni de la relación moralista entre hechos y consecuencias que los más viejos llamaban ‘castigo (o premio) de Dios’ y los desubicados actuales han renombrado como ‘karma’. Nada es por casualidad porque todo lo que ocurre responde a una retahíla de causas que no conocemos hasta que la conjunción de todas ellas ha parido su consecuencia. Eso sí, una vez tenemos a mano la criatura, podemos regodearnos hilando las razones que nos llevaron a ella. Una vez escuché que el economista es un profesional que explica de forma prolija y con absoluto rigor las razones por las que no se cumplieron sus vaticinios. No solo les pasa a ellos.

Si nos proponemos, con curiosidad infantil, determinar el trayecto recorrido formulando un nuevo ‘por qué’ ante cada respuesta, estaremos abocados a dos finales insatisfactorios: o nos perdemos en el argumento cosmológico que, necesitando un Dios como causa última, como respuesta donde no hay respuesta, atravesó siglos haciendo escala en las estaciones de Aristóteles y Tomás de Aquino; o nos perdemos en círculos viciosos como en la canción de Chicho Sánchez Ferlosio popularizada por Sabina en la que a la cuarta o quinta requisitoria se responde con la primera pregunta y -“eso mismo fue lo que yo le pregunté”- vuelta a empezar.

Hablo de todo… y también de fútbol. Con gafas de cerca, observamos lo pequeño y las circunstancias imprevistas nos mienten. Podemos creer que, incluso repitiendo los condicionantes, algo distinto puede ocurrir. Levantando la vista, descartamos el azar y entendemos que, a largo plazo, los efectos de las causas conocidas son también conocidos.

El Valladolid, su portero, vuelve a vivir tranquilo porque Sergio ha vuelto a ser Sergio. Hasta hace cuatro días, el arquero pucelano jugaba con la angustia de un presidente de una comunidad autónoma con consejeros de Ciudadanos. No sabía qué central le pondría una moción de censura, ni cuándo, ni si el otro central se coordinaría con el primero.

Quien quiera otra cosa que busque en otro lado. Los intentos del entrenador pucelano por salir de su ser han producido híbridos deformes. Nada mejor que volver a su naturalidad pese a que nadie le comprenda. Me recuerda a esas ancianas que pasean con absoluta suficiencia por el carril bici. Pensaremos todos que no es sitio para pasear, alguno hasta se lo dirá, pero ellas son impermeables. De tan seguras que van, hemos asumido que es su espacio. Y llegan sanas a casa. El carril bici de Sergio es su dominio del fútbol en ausencia de este. Si Cruyff demandaba la posesión porque ‘si yo tengo la pelota no la pueden tener ellos’,  Sergio replica que ‘si no pasa nada, no puede pasar nada malo’. Ni bueno -le pueden responder-. Ya -replicará él encogiendo los hombros-, empate. En la imagen que ilustra el texto, donde todos ven tensión, Sergio encuentra sosiego. El árbitro, por cierto, vaya ‘peazo’ mano se gasta el zagal, explica, Rubén García escucha, Roberto interviene. Tiempo que pasa.

Hubo, eso sí, una variante. Esta vez, cuando el rival cayó en la trampa, cuando mostró síntomas de cansancio, se fue a por él. El juego del Valladolid, como la historia de ‘Cuéntame’, se desarrolló entre los sesenta y los noventa. En los años previos, que así parecieron los minutos anteriores, nada. Costó hasta mantener la compostura, verlo de tirón sin amodorrarse. Así será hasta el final de temporada. El cuento que ya conocíamos, sin inventos. Sergio con su jersey de toda la vida. A ver si, al menos, la consecuencia es la misma.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-03-2021

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