Si nos proponemos, con curiosidad infantil, determinar el trayecto
recorrido formulando un nuevo ‘por qué’ ante cada respuesta, estaremos abocados
a dos finales insatisfactorios: o nos perdemos en el argumento cosmológico que,
necesitando un Dios como causa última, como respuesta donde no hay respuesta,
atravesó siglos haciendo escala en las estaciones de Aristóteles y Tomás de
Aquino; o nos perdemos en círculos viciosos como en la canción de Chicho
Sánchez Ferlosio popularizada por Sabina en la que a la cuarta o quinta
requisitoria se responde con la primera pregunta y -“eso mismo fue lo que yo le
pregunté”- vuelta a empezar.
Hablo de todo… y también de fútbol. Con gafas de cerca,
observamos lo pequeño y las circunstancias imprevistas nos mienten. Podemos
creer que, incluso repitiendo los condicionantes, algo distinto puede ocurrir.
Levantando la vista, descartamos el azar y entendemos que, a largo plazo, los
efectos de las causas conocidas son también conocidos.
El Valladolid, su portero, vuelve a vivir tranquilo porque
Sergio ha vuelto a ser Sergio. Hasta hace cuatro días, el arquero pucelano
jugaba con la angustia de un presidente de una comunidad autónoma con
consejeros de Ciudadanos. No sabía qué central le pondría una moción de censura,
ni cuándo, ni si el otro central se coordinaría con el primero.
Quien quiera otra cosa que busque en otro lado. Los intentos
del entrenador pucelano por salir de su ser han producido híbridos deformes.
Nada mejor que volver a su naturalidad pese a que nadie le comprenda. Me
recuerda a esas ancianas que pasean con absoluta suficiencia por el carril bici.
Pensaremos todos que no es sitio para pasear, alguno hasta se lo dirá, pero
ellas son impermeables. De tan seguras que van, hemos asumido que es su
espacio. Y llegan sanas a casa. El carril bici de Sergio es su dominio del
fútbol en ausencia de este. Si Cruyff demandaba la posesión porque ‘si yo tengo
la pelota no la pueden tener ellos’,
Sergio replica que ‘si no pasa nada, no puede pasar nada malo’. Ni bueno
-le pueden responder-. Ya -replicará él encogiendo los hombros-, empate. En la
imagen que ilustra el texto, donde todos ven tensión, Sergio encuentra sosiego.
El árbitro, por cierto, vaya ‘peazo’ mano se gasta el zagal, explica, Rubén
García escucha, Roberto interviene. Tiempo que pasa.
Hubo, eso sí, una variante. Esta vez, cuando el rival cayó
en la trampa, cuando mostró síntomas de cansancio, se fue a por él. El juego
del Valladolid, como la historia de ‘Cuéntame’, se desarrolló entre los sesenta
y los noventa. En los años previos, que así parecieron los minutos anteriores,
nada. Costó hasta mantener la compostura, verlo de tirón sin amodorrarse. Así
será hasta el final de temporada. El cuento que ya conocíamos, sin inventos.
Sergio con su jersey de toda la vida. A ver si, al menos, la consecuencia es la
misma.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-03-2021
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