domingo, 22 de mayo de 2022

AHORA JUGAMOS DOS DÉCIMOS DE LOTERÍA

De niños aprendimos que, jugando, el tiempo vuela cuando, casi sin habernos enterado, se nos había echado la noche encima y tenía que venir alguna madre a ponernos punto final mediante alguna pregunta capciosa: '¿no tenéis casa?' o '¿no os cansáis de la pelotita?'. Otra cosa era estudiando, ahí los minutos se atrancaban, les costaba moverse. Nos quedamos con ese aprendizaje: de mayores, jugando, tenemos la misma sensación de celeridad temporal. La cabeza se libera, parece cómoda y se olvida del contexto que rodea. Mientras los que, con algún interés, observamos desde fuera que vivimos en la angustia de lo que puede suceder, de lo que ocurre en otros lares y nos afecta, los protagonistas son capaces de centrarse en el partido sin mayor cortapisa que la dificultad del partido en cuestión. Es más, en lo que nos mordemos las uñas, ellos parecen vivir con tranquilidad las vicisitudes del juego.
El Pucela, al igual que en la jornada anterior, casi como en Miranda que no fue mucho después, se adelantó antes del primer minuto. Gran botín, sin duda, un gol en fútbol no es poca cosa, pero que modifica el semblante. Parece que ya no toca marcar sino madurar el partido, eufemismo de hacer que pase el tiempo esperando el error de un rival que, en desventaja, se puede precipitar. No me refiero a encerrarse atrás y esperar sino a toquetear la pelota con sordina.

Ellos estarán tranquilos, será un plan estudiado. Sin más, el marcador les está dando la razón. Pero a mí me sobrepasa, me sabe a fútbol descafeinado. Tal vez, pienso, es fiarlo todo a la suerte; pero tal vez los 'bigdatas' aporten otra valoración e informen de que en Segunda merece la pena este trantrán porque el índice de acierto rival es notoriamente menor que en Primera. Visto así, parece que juegan como corren los ciclistas actuales, con un pinganillo en la oreja que lamina la iniciativa, con un potenciómetro que da más órdenes que sus propias sensaciones. Lo cierto es que ante un Ibiza que nada se jugaba, con desventaja en el marcador y con un jugador menos más de medio partido, quienes no estábamos en el césped terminamos pidiendo la hora.

Lento, ya digo, pero el partido terminó y lo hizo para bien pucelano. Y de Aguado, que el hombre tiene que acabar fundido. Porque este chico, al que por referencias cuando llegó teníamos por un fino estilista, es el bregador amigo de todos. Se despliega en ataque acompañando al poseedor del balón, baja raudo cuando el equipo pierde la bola y ocupa el espacio del jugador que abandona la posición defensiva. Continuando con metáforas ciclistas y jugando con su nombre, es el perfecto 'aguador' del equipo.

El resultado mantiene al Pucela en la lucha (¿quimérica?) por el ascenso directo. A la par que ellos jugaban, esos de fuera mirábamos para ver si venía el regalo de lejos. Llegó medio, el empate del Almería. No le vale para depender de sí mismo, pero sí para, en vez de uno, tener dos décimos de la lotería.

¿Y si toca?

Publicado en "El Norte de Castilla" el 22-05-2022

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