lunes, 6 de junio de 2022

LA FÁBRICA DE GALLETAS

Antes de que Tim Burton nos la mostrase en “Charlie y la fábrica de chocolate”, yo ya imaginaba industrias en las que se empaquetaba la alegría para trasportarla a todas las casas donde hubiera niños. Me valía con la sugerencia del lugar, con leer en cada caja de galletas así de corrido -Venta de Baños, Palencia; la Carolina, Jaén- el nombre de aquellas ciudades para convertirlas en referencias míticas. Porque ciudades habrían de ser si en vez de vacas, ovejas y tierras de labor, albergaban fábricas desde las que saldrían camiones que recorrerían todo el país para que a nadie le faltase por la mañana media docena de galletas Siro.

La información de la paralización resonó como granizada en junio. No nos van quedando ni los recuerdos, y al parecer tampoco hay aire que los sustituya.
En marzo se anunciaba que dos fondos de inversión asumían el control de la empresa. Exigían que se asumiera por parte de los trabajadores un plan que recortaba las condiciones laborales previas. La tesitura. El trágala. Elegir entre el concreto ‘sí’ que restringe la ración o el difuso ‘no’ que se llama lucha, que dignifica, pero que tal vez vacíe el plato. Y como música de ambiente un ‘tú verás’ culpabilizador.

Las empresas necesitan crecer; las grandes, ser más grandes. Los fondos hacen acopio. Sin otra alternativa, aparecen como rescatadores. Oportunidad de negocio, reestructuración, crecimiento a gran escala y a otra cosa.

Tocan a rebato. Las administraciones se pondrán en fila. Pero el mundo las supera. Los activos de Davidson Kempner, uno de los fondos, triplican el presupuesto anual de la Junta. Eso sí, tal vez limen asperezas, aporten y haya nuevo acuerdo. En unos años, quedará la tercera parte de la plantilla, prescindirán de los del ‘sí’ y de los del ‘no’, y los centros serán uno solo. Algo es algo, dirán. Es lo que hay.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 07-06-2022

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