lunes, 22 de diciembre de 2025

PARAÍSO DE LO INVEROSÍMIL

 

Foto: C. Gil-Roig

Cuando nos adentramos en los entresijos de una ficción, cine, teatro, literatura, buceamos en las aguas de un universo que no se rige necesariamente con las mismas reglas de la lógica con la que interpretamos nuestra materialidad. En estas obras, un humano puede viajar en el tiempo, volar, poseer una fuerza descomunal o una inteligencia prodigiosa, regresar de la muerte o esquivarla a lo largo de varios siglos... y tal circunstancia no alcanza a sorprender a ninguna de las personas que se acerquen al relato en cuestión. Se admiten desde el inicio los códigos propuestos por el autor por más que disten de la realidad, se procede a la inmersión en la ‘ilusión de verdad’ y ya. Mientras se respete la coherencia interna, espectadores y lectores procederán encantados a la suspensión de su incredulidad, al depósito del escepticismo en la antesala de la creación artística. Así, el reto de quien escribe o dirige consiste en no romper el acuerdo tácito establecido con el público, en no pintar fuera del contorno propuesto durante ese transcurso temporal en el cual el público se subsume en el universo de ficción: en respetar la apariencia de credibilidad, la verosimilitud.

   
Aunque la propia realidad se empeñe en imitarlo procurando tramas que cualquier productora cinematográfica o editorial literaria desecharía por absurda, el fútbol continúa ostentando el título de paraíso de lo inverosímil. Nos lo creemos por la única razón de que se presenta ante nuestros ojos. Tanto lo que observamos en el campo... como, cada vez más, lo que ocurre en su periferia: por lo que concierne últimamente al Pucela, en su ámbito –iba a escribir ‘directivo’, pero no– de propiedad.


Huelga repetir las vicisitudes del trasiego de Almada desde que hace apenas una semana la afición congregada en Zorrilla solicitara su marcha hasta su desembarco en Oviedo previo desaire al Valladolid. Se ha pasado de repudiarle a sentir la orfandad del ¿y ahora qué? Pateo generalizado en la platea si el sainete, tramado por el alumnado de una escuela de teatro, se hubiera representado en el Calderón. Es todo tan de mentira, aunque sea verdad, que si yo fuera un futbolista del Oviedo, en la primera charla motivacional de este nuevo ex, en cuanto pronunciase la palabra ‘compromiso’ o cualquiera de sus sinónimos, me entraría la risa floja y le mandaría a freír espárragos.

 
Y en medio del marasmo, le corresponde a Sisi el marrón –por más que él lo entendiera como “un regalo caído del cielo”– de aguantar el tipo mientras dure el interregno. Y a la primera, toma ya verosimilitud, el bueno de Sisinio asume las riendas del relato y le da por pintar fuera de los márgenes presupuestos. Un interino no dispone de tiempo para modificar lo trabajado, para incorporar una nueva propuesta, efímera por definición. No le compete inventar; todo lo más, realizar algún ajuste para reforzar la estructura dañada. Supongo que le pudo la ilusión, el afán de mostrar su sello. Las pretensiones de revolución, cuando no disponen de tiempo ni de base sociológica, no superan el concepto de algarada. El marrón fue marrón y el técnico eventual, supongo que desencantado, se habrá comido buena parte de lo que no debería haber recaído en su estómago.

Mientras Sisi digiere el desengaño, los dueños escriben una obra sin aparente coherencia interna. Recalco el ‘aparente’. La carencia de lógica se deriva del desconocimiento del público, de los renglones que no han visto la luz. Si pudiéramos atar todos los cabos, descubriríamos la lógica de los entramados, oscura, pero, a la vez, verosímil y real. 

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 21-12-2025

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