Sin que sirva de precedente les
voy a contar una anécdota personal. Llevaba varios años sufriendo algún
calambrazo en la rodilla, precisamente la izquierda. Una sensación incómoda y
molesta pero fugaz y asumible. No le di ninguna importancia ya que ocurría de
tanto en tanto, pasaban meses entre un ataque y otro, y duraba lo
suficientemente poco como para no incordiar mi ritmo de vida habitual.
Hasta este mes de marzo. Las
molestias persistían de forma continuada y decidí acudir a mi médico. De ahí al
traumatólogo quien, tras las pruebas pertinentes me planteó las ventajas y los
inconvenientes de una operación. Al final pensé que la artroscopia podía paliar
el problema y decidí que se llevase a cabo la citada intervención. Estaba ya en
la lista de espera.
Pasados unos días recibí una
llamada telefónica. Una señora, amablemente, me conminaba a acudir a dos
clínicas privadas que tienen un concierto con la sanidad pública. Sus
argumentos: lo harán tan bien como en el Clínico y le podrán operar en breve.
Cuando le mostré mi interés por ser atendido exclusivamente por la sanidad
pública le tornó la voz y me dijo, más áspera, que, si esa era mi elección,
tendría que esperar varios meses para que fuera posible. Bien, le dije,
esperaré. Está usted en su derecho, apostilló como si le hubiera dicho algo
incomprensible pero que ella no podía evitar. Vamos, como si, teniendo
billete de tren para ir a Cádiz, le hubiera planteado que mi decisión era
llegar caminando a la Tacita de Plata. Usted mismo, remató.
Me quedé con mal cuerpo. Y sin
entender nada. Si convenimos que la atención sanitaria es un derecho y los
poderes públicos se vanaglorian del sistema público de sanidad ¿cuál es la
trayectoria que ha facilitado al secuestro de alguno de los servicios por parte
de la privada? Me dirán, con razón, que el derecho sigue existiendo y que la
operación, en uno u otro sitio, se va a realizar. Cierto, pero me preocupa. Si
una clínica privada puede ofrecer un servicio que, posteriormente, la Junta le retribuiría
¿por qué no lo puede ofrecer directamente el SACYL? El centro privado tiene la
necesidad de presentar cuentas de resultados y el carácter de empresa les
obliga a obtener beneficios, los convenios que tienen con la Junta les producen dichos beneficios. Si ellos lo hacen ¿por qué no es la propia Junta la que invierte el
dinero que les paga a estos centros en mejorar la calidad de la atención?
Los conciertos sanitarios, como
los educativos, detraen dinero público –de todos- para fortalecer empresas
privadas y eso es un contrasentido dado que el fin de los impuestos es la
redistribución. Este tipo de prácticas fortalecen a los inversores privados al
ponernos a todos como clientes de sus empresas. Los centros públicos van
perdiendo peso y, como en todo fenómeno de erosión, se van debilitando las
bases sobre las que se asientan. En primer lugar las ideológicas: la
consciencia social del valor de un derecho. Posteriormente las económicas... y al
final resulta que se tomó esta decisión porque no había más remedio. Y nos quedamos sin dinero ni
capacidad de respuesta social contundente. Aún queda pero el camino ha
comenzado.
Sólo valoramos lo que tenemos
cuando lo necesitamos y cuando lo perdemos suele ser tarde para que la reacción
sea eficaz. Quizá falte en nuestra sociedad una “cultura de lo público”, una
mezcla entre la reclamación de un derecho y el uso correcto de éste. Para que
un servicio público sea eficiente es necesaria la complicidad de todos y, por
tanto, debemos usarlo de forma sensata, de esta forma todas las personas -al
menos las que no tenemos capacidad para afrontar las minutas de un centro
privado- nos beneficiaríamos.
La exigencia ha de ser máxima
pero mesurada. La privada podrá aportar un confort que es imposible, e injusto,
reclamar a la pública pero en las prestaciones no puede haber merma. Hay radica
el límite. Nuestra obligación, como ciudadanos es esperar lo que es razonable,
lo cual no implica callar cuando hay que esperar más de lo justo por una mala
gestión.
A ver hasta cuándo cojeo. A ver
si la sanidad pública refuerza sus piernas.
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