domingo, 1 de abril de 2012

DOMINGO DE PALMAS Y RAMOS

Montado en su pollino económico, el Valladolid entró en Jerusalén jaleado por una muchedumbre entusiasmada. Los que iban delante y los que venían detrás daban voces diciendo: ¡que sí, joder, que vamos a ascender! Vestido con su reconocible túnica blanquivioleta espoleaba al borriquillo que se iba abriendo paso entre Las Palmas que habían caído al suelo cuando ya nadie lo esperaba. Era víspera de domingo, pero como la fiesta se prolongó más allá de la medianoche, en el futuro se rememoraría esta fecha como Domingo de Ramos. La celebración puede parecer exagerada para los profanos, pero está plenamente justificada si analizamos la doble sucesión de hechos, los que se produjeron en el campo de los olivos y los que se fueron conociendo en días anteriores. Cuando tanta desdicha se acumula, un buen desenlace, aunque no sea más que parcial, desencadena la algarabía.

En el campo, a la intemperie, sin más refugio que el balón, ni más coartada que el juego, los apóstoles blanquivioletas mostraron su compromiso con la causa que defienden. No les fue sencilla la tarea, pero no dejaron de intentarlo hasta el último momento. Cuando se consigue un triunfo tan agónico, muchas veces se apela a la suerte pero no es así, en los momentos de mayor vértigo suele obtener réditos el que mejor templa y el que más cree. Más  aún, si tenemos en cuenta que esa postrer intentona se produjo después de la puñalada que había supuesto el empate, recibido en una jugada mal defendida que había absorbido todo el buen trabajo previo y que había tenido la recompensa de un gol, el de Nauzet, que ha entrado en el selecto grupo de los mejores goles que hemos visto en los treinta años de historia de este Zorrilla. El gol que puso en pie al estadio nos ilustra sobre su autor, un jugador ciclotímico que, según el día, incluso el rato, puede pasar de no desentonar en el Brasil del 70 a no valer para jugar en Preferente. Hoy, frente a sus paisanos, salió el gemelo bueno y vaya si se agradece. Casi tanto como ver a Álvaro Rubio dirigiendo las operaciones. Cuando fue sustituido por Nafti, el Valladolid pasó de buscar los caminos en un mapa a ir muy deprisa a no se sabe dónde, de ser trazado por un compás a ser vertido por un embudo.  
La fiesta se alargó, decíamos, y había motivos de sobra. Se bebe para olvidar y el partido fue un buen trago, pero el efecto pasa y la realidad continúa. Después del Domingo de Ramos los poderes mundanos se asociaron para saldar cuentas. Hace dos mil años se pasaron por la cruz cuentas metafóricas a quien ponía en entredicho el orden establecido, eliminaron (o creían haberlo hecho según la fe cristiana) un posible foco de disidencia temido tanto por el poder global romano como por el local de los sumos sacerdotes, hoy  las cuentas son simples y llanos números que pueden llevar a un Viernes Santo al Pucela, que debe todo, incluso una explicación. El club ancla en el ascenso a los cielos de la Primera su única esperanza. Pero para que llegue ese día han de pasar cuarenta desde una hipotética resurrección contable que parece imposible en una sociedad que yace bajo una lápida que tiene epigrafiada la palabra deuda.
Ayer los seguidores se desgañitaban por las calles, daban voces diciendo: ¡que sí, joder, que vamos a ascender!  Un objetivo que conseguirá si al final de la temporada los jugadores y el equipo técnico logran que se igualen el número de puntos y los millones que se deben, que para entonces serán más de 73. El cielo puede esperar, pero hay que atravesar el desierto.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 1-04-2012

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