domingo, 9 de noviembre de 2014

EL CONDE DE SANDWICH


Para aprender algo de lo que hasta ese momento no se tenía noticia, cualquier sitio es bueno y cualquier razón oportuna. Por ejemplo, ojeando revistas en una sala de espera mientras un psicoanalista jungiano pasa consulta a tu perro. En esa tesitura, Woody Allen, al menos eso cuenta en uno de los relatos que componen el libro ‘Cómo acabar de una vez por todas con la cultura’, descubrió que el sándwich fue inventado, mira tú por dónde, por el conde de Sandwich. Ser consciente de tal hecho no fue un asunto menor, le produjo tal estremecimiento que «evocaba los sueños, las esperanzas y los inmensos obstáculos que debieron acompañar el invento del primer sandwich». Dedicó los tres meses siguientes a recopilar los datos biográficos más significativos de tan preclaro inventor. En 1741, el conde, tras un arduo trabajo, presenta «su primera obra completa (una rebanada de pan, otra rebanada de pan encima de la primera y un trozo de pavo encima de las dos rebanadas) y fracasa miserablemente». Como la genialidad no trasciende si no se la solidifica con trabajo, nuestro protagonista no desiste. Tiempo después «expone ante sus colegas dos trozos de pavo con una rebanada de pan en medio. Todos rechazan su obra». Pero él insiste, en el siguiente intento prueba con «tres trozos consecutivos de jamón, uno encima del otro». El reconocimiento sigue sin llegarle. Hasta que un día, bendita perseverancia, tras interminables jornadas de trabajo, presenta la obra magna con la que obtiene el aplauso unánime: «varias tajadas de jamón cubiertas, por encima y por abajo, por dos rebanadas de pan de centeno». Supongo que inventar el tipo de fútbol que ayer vimos en Anduva tuvo un recorrido semejante. Al principio fue con los once jugadores en la línea defensiva lanzando balonazos hacia adelante, fracasó miserablemente porque nadie podía recibirlos. Pero el genio futbolístico no desiste y poco después se expuso la teoría de que sería mejor con los once futbolistas en el área contraria. La tesis se refuta de inmediato: si todos están adelante, ninguno podría lanzar los consabidos melonazos. No hubo lugar para la resignación, que si cuatro atrás, tres en el medio, tres adelante; que si mejor cuatro, cuatro y dos. En esas seguimos, tratando de reinventar el patapum parriba, algo que en lo futbolístico es tan complejo como el descubrimiento del bocata. Los discípulos de Carlos Terrazas son de pierna dura y brega constante, pan, mortadela, pan. Con eso son capaces de generar entusiasmo entre sus seguidores y de atemorizar a los pretendidos grandes, verbigracia el Real Valladolid, que visitan tierras mirandesas. Estos, a los que se supone que tienen otras pretensiones más elaboradas, que sus guisos contienen especias y han pasado por el fogón, se apoquinan y ceden, al menos de inicio, a la primera propuesta. Casi una hora tardaron los pucelanos en imponer su estilo de juego. Poco tiempo quedaba, pocas opciones para doblegar el simple argumento (pero fantásticamente desarrollado) rojillo. A pesar de ello, a diferencia de la cultura, con el fútbol, para desgracia de sus detractores, no acaba ni un bodrio como el Mirandés-Valladolid. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-11-2014

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