lunes, 23 de febrero de 2015

EL PUÑAL NO PARA

Duele ver fútbol cuando poco antes estabas enterrando a un amigo. Duele la vida, tantas veces caricia, cuando se convierte en puñal y no se detiene como debiera. La vida empuja, me siento y busco el enlace que me permita ver el partido. Duele la música de John Coltrane; mientras decimos adiós, suenan de fondo los sonidos de su saxofón, ahora resuenan y se me clavan como aguijones de avispa. La música que embriagaba a Miguel Ángel, el jazz, talento para crear, mucho trabajo para poder improvisar, no aparece en Tenerife. El Valladolid callaba, no emitía sonido alguno, parecía esperar un momento que estaba seguro que iba a llegar, pero los momentos no llegan si no se buscan. Una estupidez, una expulsión y cambió la partitura, pero el silencio no se rompió, los intérpretes no supieron qué hacer.
Duele la ‘Alocución a las veintitrés’ de Ángel González, un discursito para recitar a las once, a esa hora a la que terminaban de cenar los que nunca dudan de que su plato estará eternamente lleno: ‘lo importante es la rígida/firmeza en el error./Pues las mentiras viejas se convierten/en materia de fe,/y de esa forma/ quien ose discutirnos/debe afrontar la acusación de impío’. Una hora por delante, el partido empatado y un jugador menos. El error tenaz, la falsedad sempiterna: el equipo se apelmaza atrás negando de antemano sus posibilidades, se dispone a jugar sin más plan que resistir el tiempo que quede. Una cobardía que no cabe en los versos del poeta asturiano que leo y releo para recobrar las fuerzas, para mantener la impiedad, para decir con él que ‘creer con fuerza tal lo que no vimos/nos invita a negar lo que miramos’, para dar eco al mensaje que Miguel Ángel repitió hasta el último día: ¿Miedo? Ni a nada, ni a nadie. Levanto la mirada y veo al Pucela en su área, replegado, asustado, conformista. Han pasado por el vestuario, han escuchado a su entrenador, no sé si algún jugador alzó allí la voz o todos asintieron ante unas esas consignas -vivir de rodillas a ver si salimos de pie- carentes de cualquier grandeza. 

Duele ahora otro poeta, Adolfo Burriel: ‘Es el tiempo de...caminos descolgados ahora de otros sueños, ajenos a los niños de nombre apasionado’. Duele porque no es fácil asumir que el mundo gira así y que ya hay una persona menos para rebelarse, para doblar ese eje de rotación. Rubi, al menos hoy, no fue de esos. El entrenador con aires de opositor se mantuvo fiel al mundo de hoy en día, pensó que lo poco que tenía era mucho más que lo que podía perder y quiso caminar por esos caminos trillados que conducen inexorablemente a la nada. El gol del Tenerife terminó de confirmarlo. Después, con todo perdido, el Pucela sí intenta cambiar el signo de la realidad, pero ya es tarde, es demasiado tarde porque el arrebato llega a destiempo y es un arrebato, no una opción en la que se crea. Cabizbajos vuelven a casa desde esas Canarias, tierra de nadie, tierra de todos, que observan a tres continentes, los tres que Miguel Ángel bañó también con el agua de la cooperación. 

Duele el puño en alto, la bandera republicana. Duele por más que cantemos con convicción que del pasado hay que hacer añicos o que el mundo va a cambiar de base. Duele la Internacional. Duele la vida. Duele.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-02-2015

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