Lo de ahora no es nuevo, cabe recordar aquel salto desde la
calle del PP con su ‘Pujol, enano, habla castellano’ al reconocimiento
aznariano de hablar catalán en la intimidad. No es nuevo pero incide en el
mismo aspecto: no se plantea por convicción sino por necesidad de apoyo
parlamentario. En el caso actual, a expensas del desarrollo, cabe apuntar que
resulta intrascendente quién recaude; sustancial cómo se reparta.
La repercusión de lo de ahora tampoco es novedosa. Parece
que cuando la exigencia procede de la periferia, el ruido se amplifica. O
mejor, el tañido de la alarma adquiere un volumen preciso, un sonido que se torna silencio ante un
modelo cuyo concepto asumido de capitalidad provoca desde Madrid un efecto
succionador (sirve también para el interno de alguna comunidad, la nuestra sin
ir más lejos). La balanza fiscal, si la réplica parte de ahí, no es el
indicador adecuado: olvida las partidas que siendo estatales no despegan de
Madrid, desconoce que parte de lo recaudado es la consecuencia de figurar como
sede.
Ahora es el momento que nunca fue del debate; eso sí, que
entre todo en la discusión. Obliga a plantear previamente qué país se quiere;
dónde, llegado el caso, fijar los polos. Más: a qué aspira cada territorio, que
tampoco todos anhelamos ser Madrid. Y estar abiertos a escuchar de todo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-08-2024
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