martes, 20 de agosto de 2024

TODO CAMBIA MENOS TU AMOR

Tenía razón Gardel cuando en su 'Volver' apuntaba «que es un soplo la vida»; ciertamente, cuando «las nieves del tiempo platearon mi sien» comprendí que «veinte años no es nada» y, con una simple operación, asumí que, cuarenta, el doble, suman un nada de nada. Cuatro decenios, un suspiro, han transcurrido desde que el Valladolid alzara el título de la Copa de la Liga. A punto de cumplir los quince, mi cabeza andaba muy lejos de cavilaciones sobre la evanescencia de la vida. Con cincuenta y cinco, constato que demasiados detalles de entonces parece que sucedieron ayer, demasiadas imágenes se me esculpieron a perpetuidad. Una de ellas, y eso que aún Valladolid tan solo era la provincia intermedia entre la Ávila natal y la Palencia que me acogía: el fulgurante juego de Pato Yáñez, un lujo que el global y mercantilizado al límite fútbol actual imposibilita a equipos como el Pucela. Caramelos para otras bocas insaciables.

Dos años antes, en el mismo 1982 en que Yáñez estrenaba su blanquivioleta, un compatriota, Julio Numhauser, fundador de Quilapayún, exiliado en Suecia desde el golpe de Pinochet, componía 'Todo cambia' una canción que, como el Pucela cuando Moré alzó el trofeo, subió a la cima en el 84 al ser interpretada a través de la voz de otra exiliada, Mercedes Sosa.

Todo cambia –canta La Negra–. El fútbol, siempre dispuesto a dar la razón a la vida, lo atestigua. Ascender varía lo superficial, lo estético, la resonancia. Y también modifica lo profundo: aunque las reglas sean idénticas, el juego obliga en un grado diferente. Que se lo pregunten a Amath, desterrado la temporada anterior de Primera División, poca cosa le parecía al entrenador del Mallorca, resultó, a pesar del lastre de sus lesiones, vital en el devenir pucelano. Se enfrenta ahora a una nueva oportunidad, no jugar en Primera, eso ya ocurrió, sino asentarse en la categoría. Será si «cambia el modo de pensar», si rechaza el papel de figurante.

Lo que sirvió en Segunda garantiza un revolcón en una categoría mucho más exigente

Amath permanece. Otros se fueron. Alguno ha llegado. «Cambia el pastor su rebaño», el plantel de Pezzolano, diferente, exige otra forma de jugar. Lo exige porque el nivel del resto lo impone: limitarse a contener y esperar (o forzar) una circunstancia –un error, un detalle de clase...– que sirve para aprobar en la división de plata garantiza el muy deficiente un curso por delante. De momento, Kike y Amallah en el centro del campo, «cambia la planta y se viste de verde en la primavera» se trocan en la pértiga que permite soñar con superar el listón. Aunque sea en el tercer intento, que en este nuevo reto sabemos que nada sobrará, que el Pucela se devaneará permanentemente entre el no y el sí, que a cada paso estará expuesto a una caída, que el precipicio se abre a derecha e izquierda, que el ancho del camino no superará al del fino alambre del funambulista.

Todo cambia, «pero no cambia tu amor, por más lejos que te encuentres, ni el recuerdo, ni el dolor de tu pueblo y de tu gente», por tu equipo, por tu Pucela que se bate una vez más en Primera aunque los Yáñez le resulten inaccesibles. El sentimiento permanece, aunque todo cambie, cuarenta años son nada de nada.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-08-2024

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