jueves, 24 de enero de 2019

EL CONFLICTO

Imagen tomada de blogs.elnortedecastilla.es
La huelga -¿cierre patronal?- de los taxis encierra en sí misma un conflicto que es ‘el conflicto’, una pelea entre dos formas inmiscibles de leer el tiempo henchido de crisis en el que vivimos y, por tanto, pensar, comprender, comportarse y hasta diría que defenderlo. El mundo que se avecina presenta, es su costumbre, una enmienda a la época que empieza a convertirse en pasado. A veces la enmienda es a la totalidad -de los omnipresentes videoclubes de los ochenta nunca más se supo, los cajeros automáticos diezmaron las plantillas en las oficinas bancarias…; en otras ocasiones, las nuevas tecnologías permiten el reciclaje, la readaptación.  
Al taxi le ha salido un grano, las licencias VTC, que supura en el territorio que más le duele y ha desenterrado su hacha de guerra. Argumentos de los unos frente a contraargumentos de los otros. Ya digo, inmiscibles: lo que uno es se manifiesta incompatible con la esencia del otro. El taxi es reflejo de un mundo del pasado, hijo del ayuntamiento entre una estructura conservadora con un capital local, habitante de una sociedad homogénea que se movía con sus tiempos y sus ritmos prefijados. Por el contrario, las VTC se muestran con aire joven, con la arrogancia de los protagonistas de un anuncio de colonia, más que nada porque juegan con cuatro ases, porque desde los luditas de hace dos siglos somos conscientes de que no hay batalla que se resista al avance tecnológico.
Un avance, y ahí radica el otro quid de la cuestión, que discute, no solo el coche sino la estructura y el poder en ella. Las VTC se valen de un lenguaje que suena bien para mostrar lo contrario a lo que son. Hablan, por ejemplo, de liberalizar -liberalizar, de libre- el sector cuando en realidad pretenden concentrarlo: taxis hay miles, dueños de licencias VTC unas pocas decenas.
Este conflicto, decía, es ‘el conflicto’ porque es global en su contenido y en su lógica de disputa; sea el caso, no se diferencia en mucho del pulso que mantienen en Francia los ‘Chalecos amarillos’ con el presidente Macron. Una guerra entre quienes defienden un pasado ideal que nunca existió frente a la imposición de un futuro que, por más que vistan de seda, no es lo que era.
 Mientras estas dos concepciones, la conservadora y la neoliberal, dirimen sus cuitas, la izquierda se quiere montar en taxi para acercarse a su destino. Justo el día en que los taxis están en huelga.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-01-2019

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