jueves, 10 de enero de 2019

NO LA TRATEN COMO ENFERMA

Imagen tomada de abc.es
A ver cómo digo esto. Venga, allá va, aun sin sentencia firme del tribunal que dirime estos asuntos que lo atestigüe, me declaro anticonstitucional. No es una conclusión a la que haya llegado de un día para otro pero lo cierto es que no hace tanto, ¿media docena de años?,  ni se me pasaba por la cabeza perder tiempo devaneando sobre este tipo de conjeturas. Huelga decir que la Constitución ya estaba ahí, que desde los poderes públicos se la elevaba a los altares como una obra de arte jurídico-política, que desde esas mismas instancias se realzaba su papel protagónico y decisivo para que viviésemos todos armónica y felizmente instalados en la mejor España de todas las posibles e imaginables. 

En medio de ese azúcar, sin embargo, se podía cuestionar su contenido. Se podía defender otro modelo territorial, otra forma de jefatura de estado… Cierto que se (nos) hacía poco caso a quienes lo hacían (mos). A veces incluso se les (nos) ridiculizaba -cuando tengáis votos lo cambiamos, pero si se pedía que se votase te respondían que para qué, que ya se hizo hace años y punto pelota- o menospreciaba -sois cuatro gatos- . Pero no pasaba de ahí. 

Parecía claro que la Constitución se mantenía en pie sujetándose sobre en un sólido entramado arquitectónico  que le permitía desafiar con solvencia toda crítica. Pero se ha debido debilitar mucho, tanto que sus defensores la quieren apartar de cualquier vientecillo no vaya a ser que se constipe. De un tiempo a esta parte, ya digo, se cierran sus páginas al debate. Ya no hay argumentos que la defiendan. Con decir que algo es anticonstitucional, un asunto queda cerrado. Flaco favor porque así lo que se demuestra es debilidad: si estuviera fuerte no tendría problemas en salir de casa, en abrirse, en -incluso- dejarse cuestionar. Demuestran su debilidad y la enferman porque cuanto menos se exponga un cuerpo al medio en el que habita, cuanto más se le aísle, menos capacidad tendrá para sobrevivir cuando aparezca un virus.  

Que una persona o una organización cuestione la Constitución no plantea ningún peligro para la convivencia social. Anticonstitucional -entendido como no estar de acuerdo con partes fundamentales de la Carta Magna y propugnar por ello- no puede ser sinónimo de malo. Es más, quienes así lo relacionan, consciente o inconscientemente, son los que sí ponen en peligro la convivencia ya que igualan la paja de la crítica legítima con el grano del ataque a personas por pertenecer a determinados grupos sociales. Y no, no es lo mismo.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-01-2019

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