jueves, 6 de septiembre de 2012

NADIE REGALA NADA

El traje, aunque lo llevaba puesto, no parecía suyo. Como una pareja atrapada en su hipoteca, los pantalones y la chaqueta compartían espacio en silencio, cada cual a lo suyo, guerra fría bajo el mismo techo. La corbata pasaba por allí.
La máscara tras la que el chico se esconde tiene una sonrisa dibujada, una mueca aprendida, la tristeza de quien se ve obligado a exteriorizar lo contrario de lo que siente. Yo solo soy una posible comisión, una cruz en su cuadro de visitas, unos euros a fin de mes. Me extiende su mano, le ofrezco la mía. Habla a la misma velocidad con que un tahúr mueve los dedos, arroja las palabras torrencialmente con la pretensión de impresionar, de aletargar, de anular el silencio imprescindible para que la razón de su rival, sí, ese al que sonríe, no encuentre el momento de hacerse presente. Sus palabras son ruido, bullicio previo a una firma, alcohol para llevarte a la cama, nada importa la resaca, nada saber quién es el dueño de la ropa tirada en la habitación, una firma ahora, un polvo vulgar, un pobre objetivo con el que poder sobrevivir.
Freno su ímpetu. Las respuestas a mis preguntas no estaban incluidas en el guion que le enseñaron anteayer en un cursillo intensivo. El volcán de su boca ya no está en erupción. Empieza la fase de los latiguillos prefabricados, de las tablas a las que agarrarse porque no pueden tener respuesta; todos las hemos escuchado, todos nos las creemos porque no hemos dedicado ni medio minuto a constatarlas con nuestra realidad cotidiana.
Nadie regala nada, me dice, y menos en estos tiempos. Levanto la cabeza, le miro a los ojos y replico: piensa en tu madre, en tu padre, en tus hermanos si los tienes, tu pareja, tus amigos y repíteme despacio: nadie regala nada.
Este timbre había sido infructuoso, se despide, cierro la puerta y pienso en todo lo que me han regalado. No sabría cuantificarlo porque lo que se mide en valor no tiene precio. Y más, precisamente, en estos tiempos, cuando más falta hace y más aparece. Sonrío queriendo dar las gracias a todas esas caras que en ese rato volvieron a hacerme feliz. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 6-09-2012

4 comentarios:

  1. Pues tu relato.. me ha gustado. ¡Cuántas cosas decimos al cabo del día, a la ligera!
    Has retratado fielmente al parlanchín que por otra parte tiene que ganarse la vida así, maltratando al oyente.
    Gracias por dejarme entrar en tu casa... y recordarme que sí nos regalan, y mucho.
    Un saludo.
    Rosy,
    Desde mi pinar.

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  2. Este artículo lo recomendaría leer a todos aquellos vendedores agresivos, de esos que nos encontramos muy a menudo en la calle. Cada día nos ofrecen productos diversos: alarmas, suscripciones para comprar libros, hacernos socios de una ONG, etc. para sacarnos el dinero que muchas veces no tenemos o que necesitamos para vivir.

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    1. A esos vendedores/as agresivos les encantaría tener otro trabajo más agradecido y mejor pagado.

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  3. Es muy bonito el artículo, pero lo de regalar habría q ver el q y cómo. Me acerco más al dicho del vendedor, ni siquiera tu familia te regala nada, todo es a cambio de algo.

    Tu familia te quiere si tu la quieres, si pasas de ella, ella pasa de ti. La gente cariñosa recibe cariño, la gente agresiva se ve en problemas constantemente.

    Nadie regala nada, en tiempos de crisis menos, nos volvemos más egoístas, menos solidarios, más agresivos.

    Besos

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