viernes, 31 de enero de 2020

REALIZARSE EN EL TRABAJO

Foto "El Norte de Castilla
Pirineos arriba, anda la cosa revuelta con el tema de las pensiones. Una de las claves, el retraso en la edad que fija la barrera de la edad activa. Otra, la poca complacencia de los trabajadores franceses con quien pretende utilizar la tijera para cortar alguno de los derechos que heredaron de generaciones pretéritas. Pirineos abajo, la noticia es el aumento del SMI a 950 euros. Un incremento que, pese a haber sido rubricado por la patronal, ha levantado ampollas en ciertos sectores empresariales que aventuran hecatombes laborales.
Al norte, la calle recalca que trabajamos mucho, al sur la medida gubernamental pretende que los que ganan poco no ganen tan poco. En el fondo, dos caras de una misma moneda: dedicamos mucho tiempo a trabajar y, a pesar de ello, un alto número de personas apenas consiguen ingresos para sobrevivir con cierta holgura, forman parte de ese difuso y disperso conglomerado que se ha dado en llamar con el paradójico pero atinado ‘trabajadores pobres’.  
Pero volvamos a la primera parte: dedicamos mucho tiempo a trabajar. Muchas horas cada semana, muchas semanas cada año, muchos años. Lo hemos asumido con naturalidad, como si lo más normal del mundo fuera enfocar toda nuestra vida, las decisiones de nuestra vida, al trabajo. Mirando hacia atrás resulta sorprendente. Se ha producido un desarrollo tecnológico de tal magnitud que, si dentro de unos siglos aún existen los humanos, será estudiado como un hito histórico. El número de trabajadores potenciales por cuenta ajena se ha multiplicado por dos gracias a la deseada incorporación de la mujer al mundo del trabajo remunerado. Habría dado para que, en medio siglo, se hubiera dividido por cuatro el tiempo dedicado a trabajar. Pues nones, seguimos igual. En este tiempo, el trabajo ha pasado de ser un medio a convertirse en un fin. Si hasta se ha llegado a presentar como un medio de realización personal. Una circunstancia, esta de realizarse trabajando, que solo tiene sentido para los privilegiados –entre los que, por más que me cueste escribir, me encuentro- que desarrollan contadas labores. Ya me dirán cómo se realiza uno en una cadena, limpiando culos ajenos o acarreando sacos en una obra cuando hiela. Trasladar pues esa visión no es más que una imposición clasista e interesada. Que hay que trabajar, hay que trabajar, no se ha inventado la sociedad que pueda prescindir del trabajo. Pero lo justo y necesario. Y remunerado lo suficiente para vivir con dignidad.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-01-2020

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