El diario oficial de la Ciudad del Vaticano,
L`Osservatore Romano, recibió algo mal la noticia de que el Premio Nobel de
Literatura de aquel 1997 había caído en las impías manos de Darío Fo. Tan mal,
que no tuvieron recato en cuestionar los merecimientos del dramaturgo italiano
del que escribieron que no llegaba ni a escritor, que era, simplemente, un
bufón. Fo, lejos de sentirse molesto por el supuesto desprecio, agradeció esas
palabras, vino a decir que eran muy certeras y que, aun involuntariamente, le
piropeaban de la mejor manera posible. Un bufón, explicaba el recién premiado,
se dedica a hacer gracias ante los poderosos, a sacarles a estos unas
carcajadas, sí. Pero precisamente por eso tienen el poder de transportarlos a
la realidad, de hacerles sentir, siquiera por medio de la risa, seres tan
mundanos como los demás. Los bufones eran los únicos capaces de ridiculizar a
los mismos a los que hacían reír, los únicos que no tenían miedo, porque el humor
les servía como salvoconducto para adentrarse en el territorio de la verdad.
Los bufones tienen también otro poder, el de cuestionar
esas frases que todos damos por válidas sin haberlas contrastado con la
realidad. Por ejemplo, la música clásica es aburrida y por tanto no le puede
gustar a los niños. Cerramos los ojos, visualizamos un escenario lleno de
músicos muy serios dirigidos por un señor disfrazado de pingüino y,
efectivamente, eso no parece que vaya a cautivar a las criaturas. Pero no era
la música lo que aburría, sino el contexto, el envoltorio. Fernando Argenta se
dio cuenta y, como un buen bufón, retiró todo lo artificioso, utilizó el humor
como reclamo y los niños disfrutaron de los Mozart, Bach y compañía.
Fernando Argenta ha muerto en clave de sol,
de un solecillo que parece querernos decir que no nos conformemos con lo aparente,
que no nos creamos nada, que antes de lanzar palabras al aire nos acerquemos al
objeto del que vamos a opinar. Fernando, con su batuta, parafraseó a Paulo
Freire: “Las cosas no son así. Están así y podemos cambiarlas”. Con humor, a bufonadas.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 05-12-2013
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