miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL ESTADISTA PEOR QUE MALO

En aquella Francia aún sin preñar de revolución, el aristócrata François de la Rochefoucauld escribió un libro titulado Reflexiones o sentencias y máximas morales. Una de esas sentencias afirma que la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud. O sea, que aparentar lo bueno aunque se actúe de forma opuesta es el reconocimiento implícito de que se está obrando mal. A vista de pájaro, mientras volaba sobre Melilla camino de Johannesburgo, Mariano Rajoy pudo vislumbrar esa valla que su gobierno decidió adornar con cuchillas con la intención de desactivar la voluntad de saltarla, pero la voluntad puede más y las cuchillas siegan extremidades. El avión aterrizó y su presencia allí, en la lejana Sudáfrica, quería ser, o eso se daba por supuesto, un homenaje a ese hombre que, durante casi treinta años, apenas pudo ver el sol porque se lo habían robado. Nelson Mandela nació siendo negro y optó, sin dejar de serlo, por ser rojo, por ser de un rojo que abarcase todos los colores del arco iris menos los que sirvieran como excusa para cercenar la libertad del último hombre, de la última mujer. Allí, homenaje que rinde el vicio, estaba el hombre de las cuchillas.
Allí estaba, pero no estaba solo, ni en la tribuna ni en la hipocresía. Había tantos como él, tantos capataces, que parecían velar a un símbolo con la intención de despojarle de su valor. Mandela, habiendo sido (pudiendo ser) un icono de rebeldía, un ejemplo de perseverancia, de no nos doblegaron, no nos doblegarán, ha sido despedido como una Madonna cualquiera, hecho camisetas y vendido al por mayor.

Allí estaba Mariano, mientras pensábamos que andaba a medio camino entre la hipocresía y la apropiación indebida, él, solemne, transcendido, sintiéndose importante, decidió firmar el momento: “Es impresionante y muy bonito, es uno de los lugares más emblemáticos para nosotros porque aquí ganó el mundial la selección española de fútbol”. O es demasiado listo o nosotros demasiado tontos. A vista de pájaro, mientras volaba a Johannesburgo, Mariano Rajoy pudo vislumbrar esa valla de la vergüenza, pero no lo hizo, estaba leyendo el Marca.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-12-2013

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