domingo, 13 de septiembre de 2015

MELÓN POR CATAR

El médico informa al paciente de su situación. «Mire su estado es preocupante, le recomiendo que, a partir de ahora, se abstenga de beber y de fumar, que en su dieta suprima la sal y el azúcar y, además, que evite mantener cualquier tipo de práctica sexual». Con la cara en el suelo, el paciente le pregunta: «Doctor, ¿está usted seguro de que así viviré más?». «No -le responde con media sonrisa el galeno- pero se le hará más largo».


Visto desde esta perspectiva, no existe abono más barato que el del Real Valladolid. Ya no es el precio en sí, es que, de puro tediosos, los partidos parecen interminables. Oye, como que el mismo tiempo cunde más. Van cuatro de liga que parecen seguir las recetas del doctor, cuatro tiradas de noventa fatigosos minutos que han parecido meses sin beber, fumar o follar. Dicho lo cual poca crítica -de momento- cabe, porque este equipo es una gran incógnita, un melón sin abrir. No es más que un conglomerado de futbolistas llegados en aluvión en busca de formalizar una idea. Mientras dura dicha espera no conviene exagerar las sensaciones que el equipo transmite. Ni mucho menos ser injustos, riesgo al que estamos expuestos si equivocamos los términos ya que existen pares de palabras que, por la aparente cercanía de sus significados, nos pueden arrastrar por los territorios de la confusión. Entonces, las reflexiones, aun partiendo de la buena voluntad, pueden terminar en las antípodas de lo que se pretende. Así ocurre, por ejemplo, con el par de términos igual-idéntico. La lucha por la igualdad, en sus diversos ámbitos, ha sido una constante en la historia de la humanidad y uno de los ejes sobre los que ha girado el pensamiento publicado a lo largo de los siglos. Pretender, en aras de esa igualdad, dar a todo análisis el mismo tratamiento conduce a un error: partir de que los objetos de dicho análisis son idénticos y no, nada hay más injusto que tratar igual dos cosas diferentes. Y este Pucela no tiene comparación con el de las temporadas pasadas. Ni siquiera podemos medir, a día de hoy, sus aspiraciones. Pasados los días de gracia sabremos qué podemos pedir y hablaremos en consecuencia.
Yendo a otro lado, el público ayer mostró muy corta memoria o, tal vez, esa capacidad tan humana de justificar lo propio y atizar lo ajeno cuando actúa de la misma manera. Los chicos del Athletic aplicaron la doctrina Mendilibar. Lo habían avisado, no echarían fuera el balón ni lo devolverían si es su rival el que lo hiciera, cuando hubiera un hombre en el suelo. Ocurrió y la silbada fue monumental. Con lo bien que nos parecía en su momento.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-09-2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario