jueves, 26 de marzo de 2020

EL TÚNEL

Hubo un antes y un después. El transcurso no será más que un breve lapso: el paso a través de un túnel que, sin figurar en el mapa, aparece de súbito. Los historiadores del futuro podrán dar cuenta de dicho transcurso, de ese después. Los que vivimos el shock del presente solo podemos referirnos al antes, en el túnel apenas hay luz, días que se asemejan a domingos por la tarde que preceden a domingos por la tarde; sucesión de tardes tontas esperando un lunes que se posterga.
De lo que vaya a haber en el momento de la salida, ni idea. Queremos imaginar que esperamos un tren que simplemente llega a la estación con retraso; que, aunque algo más tarde, llegaremos al destino anteriormente previsto. Pero no: ya no existe más realidad, más futuro inmediato, que “quién sabe”.
Por ahora, el túnel. De repente, todo es silencio, lentitud, miedo. Lo gaseoso, lo no mensurable, el aprecio, el reconocimiento, el ‘¿estás bien?’, se ha solidificado: volvemos a comprender el valor de lo que no cuesta, a desdeñar el precio de lo que no vale. Reparamos en el otro, sin embargo, perversa metáfora, un “otro” que tanto es apoyo, ayuda y afecto, cuanto recelo: cualquiera es, puede ser, quizá sea, foco potencial de infección. Nos necesitamos y nos tememos. 


El día en que esto concluya, la primera impresión será que hay mucha luz, pero nos cegará porque nuestras pupilas estarán retraídas. Cerraremos el ojo como no queriendo ver. Nada sabemos excepto que serán tiempos duros. Como duros fueron casi todos los tiempos. Será el comienzo del después, de un después del que darán cuenta los historiadores del futuro. De un después que estará en nuestra mano, que será tanto mejor cuanto más hayamos aprendido.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-03-2020

Primera versión (un poco más larga): 


Hubo un antes y un después. El transcurso, por largo que se nos haga, no será más que un breve lapso en la Historia, incluso en nuestra historia: el paso a través de un túnel inesperado que, sin figurar en el mapa, aparece de súbito. Los historiadores del futuro podrán dar cuenta de dicho transcurso, contarán, además, con material para describir ese después; los que vivimos el shock del presente solo podemos referirnos al antes, en el túnel apenas hay luz, días que se asemejan a domingos por la tarde que preceden a domingos por la tarde; sucesión de tardes tontas esperando un lunes que se posterga.
De lo que vaya a haber en el momento de la salida, ni idea. Queremos imaginar una reincorporación céteris páribus, unas semanas entre paréntesis, el montar en un tren que simplemente llega a la estación con retraso, dispuesto a llevarnos al destino anteriormente previsto. Pero no: ya no existe más realidad, más futuro inmediato, que “quién sabe”. Por no valer, no valen ni los ejercicios de imaginación, ya que solo sabemos fabular con el material del presente.  Tendremos que aprender, reaprender. Readaptarnos.

Por ahora, el túnel. Un pasado que se cierra. Van cayendo cascotes. De repente, todo es silencio, lentitud, miedo. Lo gaseoso, lo no mensurable, el aprecio, el reconocimiento, el ‘¿estás bien?’, se ha solidificado: volvemos a comprender el valor de lo que no cuesta, a desdeñar el precio de lo que no vale. Reparamos en el otro, sin embargo, perversa metáfora, un “otro” que tanto es apoyo, ayuda y afecto, cuanto recelo: cualquiera es, puede ser, quizá sea, foco potencial de infección. Nos necesitamos y nos tememos. 
Entramos en invierno, momento en que las puertas se cierran; saldremos en primavera, tiempo en que los días se alargan, primeros calores y alergias. Tendremos por delante una época por crear, un tiempo del que nada sabemos excepto que será duro. Como duros fueron casi todos los tiempos. Algunos, muchos, lejos del jajajaja de los primeros días, de fantasear con una vuelta, con ansia por recuperar el tiempo perdido, a la misma realidad detenida que se dejó, irán (iremos) a un cementerio a poner, por fin, una flor. 
El día en que esto concluya, la primera impresión será que hay mucha luz, pero de la que ciega, porque nuestras pupilas estarán retraídas, serán puntos muy pequeños. Cerraremos el ojo como no queriendo ver. Será el comienzo del después, de un después del que darán cuenta los historiadores del futuro. De un después que estará en nuestra mano, que será tanto mejor cuanto más hayamos aprendido.

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