miércoles, 2 de diciembre de 2020

BRIAN Y PIJUS MAGNIFICUS

No sé en qué sentido se mueve el aire: si traslada las emociones de la calle a los representantes políticos y estos, una vez conocidas, reescritas, estudiadas y ensayadas, las vocean en el atril del Congreso o sopla en rumbo inverso y deposita hasta en el último rincón del país el resabio de las invectivas parlamentarias. En uno u otro caso, parece obvio que existe una correa de transmisión que une ambos territorios, el de representación y el representado. Con muchas excepciones, por suerte, aunque estas sean incapaces de introducir algo de música en medio del ruido.

Con demasiada frecuencia, los personajes del Congreso me recuerdan al elenco de ‘La vida de Brian’. Tanto en la película de los Monty Python como en la tribuna parlamentaria, el mismo actor, según exigencias del guion, interpreta a la vez un papel: el de su antagonista o el de cualquier personaje del reparto. Brian o Pijus Magnificus. Todos con el mismo arrojo, eso sí. Ya puede el gobierno presentar un proyecto de ley que reproduzca en su enunciado la de la gravitación universal o exponer un plan para dotar de alas a los peces, que la respuesta de la oposición anunciará desairada el mismo apocalipsis por más que la primera se cumpla por prescripción de la Física y la segunda sea de imposible cumplimiento.

Antes, estando en el Gobierno, los que ahora se oponen defendieron cosas similares -sea el caso, un proyecto de armonización fiscal no tan distinto al que ahora les parece un ataque a Madrid-. Después, cuando les vuelva a corresponder turno, convivirán con toda naturalidad con aquellas fuentes de todos los males sin necesidad de desdecirse. Y cuando los protagonistas sean otros,  se dará la vuelta al torno: ¿se acuerdan, por ejemplo, de la ley Mordaza?  


Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-12-2020

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