Medio siglo después, la derecha patria a la derecha del PSOE ha interiorizado que contra Sánchez se vive muy bien o, al menos, resulta sencillo ‘hacer política’. En realidad, el proceso se ha acentuado, pero ya era marca de clase. Con cada gobernante del partido de Ferraz, desde la derecha concebían un espantajo para alarmar a la población de las inexorables quiebra y ruina de España. Así, soslayaban proponer. Transcurrido un tiempo, cuando el gobernante ya era pasado y otro de la misma proveniencia ocupaba el mismo asiento, aquel recuperaba virtudes, la materia que había servido para la constante admonición se pulverizaba. Y el próximo, aún peor que el precedente que ya era peor que su antecesor.
En este caso, y también por tradición, Pedro Sánchez recurre a un espantajo paralelo. Lo coloca en el escaparate para utilizarlo sin advertir, o dándole lo mismo, que una vez haya pasado el efecto habrá posibilitado el engorde, la revuelta de la bicha de la que advertía.
Como resultado, hemos conformado -ojo, que lo de España no es excepción¬- sociedades en las que las organizaciones políticas ya no se sustentan en su ser, sino en lo que dicen no ser. Da igual la elección que se presente, salvo generalidades, apenas se aporta una idea, un proyecto. Nos envuelve el desencanto, sin mayor esperanza, cerrado el sobre con una mezcla de miedo y asco, los votos depositarán la voluntad de que los otros no.
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