El reducto onírico parecía el único
refugio no sometido a las leyes del mercado. Pero la ilusión comienza a tener
un precio. 12800 millones, 5000 millones y podría así cubrir un artículo
completo. Escribir estos números no es difícil. Hacer demagogia exponiendo una
lista interminable de destinos alternativos para ese dinero tampoco. No es
dispendio, es pura y dura inversión. La sonrisa del niño está calculada a
priori por esos artistas de la venta de azúcar al diabético. El fútbol es, cada
vez más, la imagen de esta sociedad: ingentes cantidades de dinero que viajan
sin producir para llenar bolsillos de intermediarios, contratos con base en la
“productividad” individual y quién más chifle capador, poder para especular y
modificar la organización de las ciudades por encima del interés general y
Fernández Tapias, vicepresidente del Madrid, calificando de lamentable
espectáculo que debe acabar a la acampada de trabajadores de Sintel (un año
sin cobrar) situada, casualmente, al lado de la Ciudad Deportiva. Ya me
entienden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario