Nos ha empapado tanto la lluvia fina
del american way of live que no tenemos recato en consideramos miembros
del imperio hasta el punto de que si alguien se declara republicano le
asociamos más a Bush que a Azaña. Y si no, da igual. Las decisiones del
presidente o de las cámaras de representantes de los USA nos afectan de tal
manera que nadie, por activa o pasiva, como sufridor o beneficiario de sus
políticas, resulta indemne. Los planteamientos sociales impresos en las ideologías
que bregaron en los antiguos estados-nación han muerto a manos de la economía
globalizadora y tras el entierro los deudos lloramos la ausencia de democracia,
en ninguna de las grandes decisiones tenemos nada que decir. Puede que mañana
el son de los tambores de guerra se convierta en el número uno de los cuarenta
principales, que millones de africanos se pudran con su sida o su hambre, que
los embriones hibernen sin que nadie investigue su poder balsámico para
enfermos de esclerosis o alzheimer...eso será decisión de ellos. Nuestra única
esperanza está en sus manos, en sus votos. Globalicemos asumiendo la realidad:
votemos todos en USA.
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