lunes, 7 de noviembre de 2011

Viaje en pos de un deseo


Tres chavales belgas han decidido ponerse el mundo por montera. Como a Julio Iglesias, les gustan las mujeres y les gusta el vino. Aunque en esto se diferencian del cantante, que abusaba del segundo para olvidar a las primeras, ellos nunca tuvieron la posibilidad de borrar el recuerdo de ninguna mujer por el simple hecho de que jamás ninguna saltó del plano del deseo al terreno de la realidad. Para remediar tal situación organizan una excursión por España con el sueño de dejar aquí su virginidad. Nada les arredra, ni siquiera las dificultades que por añadidura tienen por el hecho de ser ciego, el uno; con problemas de movilidad, el segundo, o con la necesidad de utilizar una silla de ruedas, el tercero. Podrían llamarse Nafti, Víctor Pérez u Óscar.
El tunecino, desde que llegó hace menos de un año, ha deambulado por todas las posiciones del centro del campo. Tan pronto actuaba de volante como de pivote, un día se le pedía llegada y otro mantener la posición. Con mayor o menor fortuna, en el campo siempre mostró implicación con el colectivo y dio muestras de su coraje. Hoy se ha asentado como eje único del centro del campo. El jugador ha recibido una encomienda y pone tal empeño en ella que parece haber mudado su naturaleza, ha dejado de ser el disperso todoterreno, el alumno con déficit de atención para dar paso al chico metódico que aporta orden defensivo. Un esfuerzo plausible, aunque haya que reconocer que adolece de la falta de una visión de juego deseable en quien ocupa dicha posición.
El recién llegado Víctor Pérez aporta toque y se vislumbra en él capacidad para encabezar las transiciones defensa-ataque. Tiene menos experiencia que sus dos colegas y, visto desde fuera, padece de una timidez que le inmoviliza. Le amedrenta más el protagonismo que el choque, tiene más miedo a lo accesorio que a los rivales. Era sospechoso que un jugador de su calidad no se hubiera asentado como titular en la SD Huesca y puede que ahí esté parte de la explicación.
Si Víctor a veces parece el hombre invisible, Óscar lleva sobre sus espaldas la etiqueta de hombre intermitente. Superior por calidad técnica y conocimiento del juego a casi todos los jugadores de la categoría, no termina de imponerse como el amo del territorio. Hay ratos en los exhibe estas cualidades, instantes para el deleite, pero en otros, cuando el juego se pone terco, cuando los partidos bajan al subsuelo, la ciudad se vuelve inaccesible. De repente las aceras no tienen rebajes y el ruido de los coches se amontona en su cerebro. Siempre, eso sí, deja un retazo, ayer el pase del primer gol, que aporta valor añadido al juego del equipo.
Los tres aspiran a que el viaje culmine tras haber cumplido sus propósitos, los individuales y los colectivos. Ayer ayudaron a conseguir tres puntos con sabor a espiga de oro. Hasta la vista. 

Publicado en  "El Norte de Castilla" el 6-11-2011

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