jueves, 24 de abril de 2014

NO SOMOS DE CAFÉ

Tierra de pies en polvorosa, cuyos caminos, más que unir, son las venas abiertas por las que se desangra, Castilla, muere enseñoreada de sí misma sin saber lo que es porque nunca quiso mirarse. Envejecimiento, despoblación, palabras, palabras contra las que se combate tratando de mirar atrás para recrear las calles llenas de cuando el campo necesitaba manos. El futuro, si lo hay, es otra cosa. No asumir que los pueblos, muchos, habrán de morir es negar la esencia de las cosas. Cabe el llanto, a algunos se nos sepultará un trozo de nosotros mismos, la nostalgia arañará nuestros corazones, pero no hay más, las distancias ya no son lo que eran, los servicios se concentrarán en menos localidades. Queda el mientras tanto, la atención imprescindible en tanto en cuanto haya algo de vida porque la eutanasia no tiene sentido en estos casos. Los pueblos que han de morir lo han de hacer el día que les toque. Pero este mientras tanto es compatible con una visión a largo plazo que enfoque sus esfuerzos en las cabeceras de comarca, de lo contrario estas correrán el mismo destino poco más tarde. 
Tierra de paso, charca donde las aves migratorias posan sus patas para beber, comer y emprender de nuevo el vuelo, Castilla mira displicente el paso del tiempo sin saber si montar o dejarlo pasar. Infraestructuras, inversiones, palabras, palabras con las que se regocija sin saber que dispone de autovías o líneas de alta velocidad porque de alguna manera los madrileños tienen que ir al norte, porque en los planos de algún ministerio comprobaron que entre la capital y el Cantábrico había un extenso territorio en medio.
Tierra de leyendas, páginas en los libros de historia, Castilla sufre las acusaciones periféricas de centralismo sin saber lo que ocurre. Como la madre que no entiende la adolescencia de sus hijos y les reprende por querer romper la armonía en la familia, como el joven que no entiende que su amiga baile sola. Castilla no se pertenece porque es imposible un autogobierno si no existe previamente una ‘autopoblación’. La Constitución del 78 quiso diluir la idea de una España diversa con un café para todos. Pero Castilla sigue siendo más de Cola Cao.  El pasado, más que una raíz, sigue siendo una cadena. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-04-2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario