jueves, 23 de abril de 2015

UNA Y OTRA VEZ

Va de suyo que el objetivo de cualquier organización política consiste en tener los votos suficientes para gobernar. Parecería natural que, conseguido ese objetivo, dicha organización podría poner en marcha su programa. Pero esta segunda parte, que suena a obvia, se convierte en imposible cuando se analizan las piezas que forman parte de la maquinaria llamada España. Hasta ahora, todo el poder político se ha repartido entre los dos grandes partidos: ahora tú, ahora yo; aquí nosotros, vosotros allí. El poco espacio que no copaban quedaba en manos de sus epítomes territoriales. Su estrategia se centraba en dos ejes: por un lado, exhibir un discurso esencialista que marcase diferencias ideológicas con el rival y así aglutinar a los propios; por otro, elevar el nivel de las expectativas prometiendo el mejor producto posible para que los indecisos comprasen la mercancía. Una y otra vez. Los programas no eran más que una relación de buenos propósitos, una descripción de un supuesto paraíso pero sin plano para llegar a él, una añagaza, un triste envoltorio para llamar la atención. Luego las palabras se las llevaba el viento del quisimos pero no pudimos o la brisilla del hemos aprendido la lección y la próxima no fallaremos. Con todo, casi siempre se resolvía de la misma manera, manteniendo la confianza en quienes estaban hasta que estos la perdían y comenzaba el siguiente turno. Una y otra vez. Eso sí, anclaron en el imaginario colectivo dos ideas que se retroalimentan: que los gobiernos tienen un poder omnímodo y que la diferencia entre unos y otros radica básicamente en la capacidad de gestión bien por aptitud (somos mejores) o de actitud (somos más honrados y menos mentirosos).
Llegado el momento de la desafección, como no podía ser de otra manera cuando las vacas están escuálidas, buena parte de la sociedad española está buscando alternativas que la saquen de este bucle en que se ha instalado pero la sociedad sigue inmersa en la misma lógica, al fin y al cabo es la misma y responde a los mismos parámetros de antaño. Para quien aspire a un reinicio de lo mismo, bien le va; para cambiar las cosas, sin embargo, se requiere mucho más que ganar unas elecciones. Es el momento de romper anclas, de la pedagogía. Aunque parezca que pierde.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-04-2015

5 comentarios:

  1. Pues yo no entiendo. "Ha llegado la hora de la pedagogia. Aunque parezca que pierda."Quienes tienen que enseñar que a quienes? Quien parece que pierde que?

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  2. Pedagogía en lo que enseña y educa y hay gente que conoce mejor que otras lo que ocurre. Pero quizá lo primero que hay que enseñar y tenemos que aprender es que es necesario dedicar tiempo a saber.

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    1. Muy bien. De acuerdo en lo de dedicarle tiempo al saber.
      Pero... ¿ y luego?
      Porque, no nos engañemos: sin poder no se puede.
      Por más vasto que sea el conocimiento.
      (Y hoy estoy optimista)

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  3. Pero que es lo que ocurre!? Dedicar mas tiempo a saber en general? Hablas en clave?

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  4. Al final despues de darle alguna vuelta de mas he llegado a la conclusión que aunque gobernaran los que quieren cambiar realmente algo, a la hora de la verdad no van a poder cambiar nada, porque no estamos preparados para asumir las consecuencias imprevisibles y hasta indeseabales que esos cambios puedan provocar porque en el fondo la mayoria somos muy conservadores, la gente se acojona vota otra cosa, los cambios no se llegan a consumar o no se llegan a apreciar sus beneficios sociales y se da marcha atras y vuelta a empezar una y otra vez. Y para que tuvieramos confianza y paciencia con aquellos que realmente quieren cambiar algo hace falta mucha pedagogia. Estamos hablando entonces en terminos utopicos.

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