domingo, 30 de abril de 2017

LA MALDICIÓN DE LOS CÍRCULOS

Uno de esos chistes tan candorosos como malos que nos contábamos cuando éramos niños relataba las peripecias de un ladrón en su intento de huir del policía que le perseguía. El raterillo en la carrera a campo abierto había tomado cierta distancia, pero al ver un árbol se puso a dar vueltas a su alrededor. Sorprendido, un viandante que por allí pasaba le preguntó que qué hacía. Nuestro ladrón, sin dejar de correr, le explica que huye de ese policía que se estaba acercando.  «Hombre de Dios –inquiere el transeunte– ¿no ve que el policía está cada vez está más cerca y si usted no deja de dar vueltas él le va a alcanzar?».  «No se preocupe –replica confiado nuestro protagonista– le saco más de diez vueltas de ventaja». 
Supongo que el ladrón, una vez en comisaría, comprendería que lo de correr en círculo está muy bien cuando uno pretende, sin más, hacer algo de ejercicio, pero desde luego elegir esa trayectoria no es la mejor opción cuando lo que se pretende es avanzar. Supongo, también, que el padre Herrera ha llegado a la misma conclusión que el raterillo detenido al constatar, una vez más, que sus discípulos, por más que crean dar pasos hacia adelante, se encuentran siempre en el mismo punto. Si la semana pasada decía que la parte emocional blanquivioleta, la que responde a las ilusiones, los miedos o las esperanzas, daba vueltas en una noria, o sea, trazaba círculos en vertical; hoy, ya ven, toca contar que la parte material realiza el mismo trazo pero sobre una superficie horizontal. Así, mientras la una sube y baja, la otra va y viene pero no avanza. Frente al Numancia, el Pucela, de nuevo ha tenido la oportunidad de dar un golpe encima de la mesa, de nuevo ha soltado un puñetazo al aire. De nuevo me encuentro ante el teclado con la sensación de déjà vu, con la sensación de que este artículo ya lo he escrito antes. Como siempre, asistí al partido sin ninguna idea previa sobre la orientación que tomaría el artículo. Llego, veo, mastico, digiero y vuelco. Intento no repetirme, palabra, pero la realidad, varada en ‘el día de la marmota’, me lo pone difícil. 
Es así cuando se analiza la situación política que transcurre a medio camino entre lo anodino y lo espasmódico, entre la cansina secuencia de noticias idénticas con distintos protagonistas y los golpes de efecto insustanciales. No sé, corrupción y crisis, elecciones, miles de reuniones entre las fuerzas políticas para terminar con otras elecciones que a su vez, tras otra oleada de reuniones, propician una repetición de lo mismo. Se anuncia ahora una moción de censura. No faltarán más reuniones, la imagen nos hará percibir que algo se mueve. Pero será tn solo una simple imagen, una foto fija. 
Es así, cuando del Pucela se trata. No es que ayer jugara mal, en realidad mereció más el triunfo que su oponente, pero al final siempre falta un ‘algo’ para alcanzar el objetivo. Cuando no es un fallo defensivo que permite un gol en contra, se trata de un gol cantado que se va al limbo. Por fas o por nefás, el Valladolid parece condenado a observar inmóvil la cima  desde la misma distancia, a colgarse en la camiseta el sambenito que le identifica como ‘el equipo del casi’. Y un ‘casi’ permanente es una condena. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-04-2017

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