lunes, 25 de noviembre de 2019

PARA LO BUENO Y LO MALO

Foto "El Norte"

En un par de meses se cumplirá el 2º centenario del nacimiento de Concepción Arenal, una mujer que, tal vez porque con apenas nueve años sufrió la fatalidad de ver morir a su padre aquejado de males adquiridos en prisión, cultivó una especial sensibilidad hacia las personas encarceladas. Una sensibilidad, cabe apuntar en estos tiempos etéreos de obstinada condescendencia, que huía de la ñoñería, del pobrecitos, de los paños calientes, para tratar de comprender las causas que arrastran a la comisión de delitos. En su acción y obra escrita sobrepasaba el discurso asistencialista insistiendo en el reclamo de la enseñanza como elemento esencial para dotar de oportunidades a los sectores de la sociedad abocados a la delincuencia. Arenal lo sintetizaba con un “abrid escuelas y se cerrarán cárceles”.
Podemos pensar, desde la perspectiva de un hoy en que tenemos escuelas de sobra y las cárceles no se han vaciado,que la profecía erró, que no existe correlación entre formación y delincuencia. No nos equivoquemos, la frase se habrá quedado corta, pero su esencia permanece. Por un lado, la relación que Arenal establece se refiere solo a los delincuentes salidos de extractos marginales, los que llenaban las cárceles de entonces. Con estos, aunque en menor proporción, se siguen llenándose las cárceles. Por otro, las sociedades se han complejizado y la labor pedagógica ya no es patrimonio exclusivo de las aulas. De algo debemos carecer porque, pese a que la chavalería ha sido escolarizada, vándalos continúa habiendo. No pocos de ellos encuentran en el fútbol refugio para su cobardía,  excusa en la que apalancar su rabia, masa en la que guarecerse. Así, no pocas veces, consiguen la complicidad o el silencio de la afición, la del mismo equipo en que los vándalos se escudan, dispuesta a entender como razones los simples pretextos esgrimidos. Como con la corrupción, no vale decir que los demás son salvajes sin afear a los propios cuando se comportan de la misma manera. Vaya aquí un reconocimiento a la afición pucelana que calló a los que insultaron a un ex, Fabricio, cuando regresó a Zorrilla con la camiseta del Mallorca.

Esa silla arrancada antes incluso de que empezara el partido, lanzada al campo por alguien que no aparece en la foto y cuyo único motivo es el mismo que el del perro que va dejando por el parque sus chorritos de meada, servirá de excusa para calificar de vándalos a los aficionados al fútbol en general. A mí me sirve para que el fútbol me guste más, y es así porque en él se refleja la calle, sin más, lo que en ella se mueve, lo que nos gusta y lo que no. El fútbol no necesita de discursos impostados para hacerse valer. La grada, en su multiplicidad, ni miente ni finge: somos nosotros. La silla arrancada de cuajo, también.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-11-2019

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