Entre aquellas vidas ejemplares se me amontonan en la cabeza dos grandes grupos: los tremebundos martirologios, literatura casi gore, que relataban sufrimientos como el de Lucía de Siracusa que hoy celebra el santoral cristiano -¡feliz día de la patrona, buenas gentes de Rasueros!- y las asombrosas hagiografías centradas en las leyendas y milagros. En todos los casos, los protagonistas son coherentes de principio a fin. Pudo haber un pasado pecaminoso, un tiempo pretérito de espaldas a Dios, pero desde un momento determinado, toda obra, toda acción, tenía un único sentido: cumplir el primer mandamiento de la ley de Dios.
La salvación para los cristianos de a pie es más sencilla, basta
con una buena ejecución sacramental en los dos extremos de la vida, estar
bautizado y morir en gracia de Dios. Lo que ocurra en el transcurso es mucho
menos trascendente.
Lo ideal para alcanzar la gloria futbolística es también la
coherencia argumental: jugar bien, incluso bonito, en todas las partes del
campo. Los equipos de a pie como el Pucela se tienen que conformar con menos,
con un buen desempeño en los dos extremos del campo: las áreas. A veces, incluso, sobra con uno. El curso
pasado, abonado al 0-0 o al 1-0, se supo sobrevivir con una práctica defensiva
de notable alto y algún gol que caía del cielo, como a mí aquellos bocadillos.
La solvencia defensiva es un mito del pasado. El viernes,
Budimir y Calleri, maceta y cortafríos, sin tener claro cuál es cual, las
hicieron pasar moradas. Este año hay que encomendarse al acierto en el área
rival. Frente a Osasuna, Weissman estrenó galones como titular –la otra vez que
salió de inicio no cuenta, se tuvo que ir enseguida por expulsión de un
compañero-. Por lo que sabíamos, era un delantero ratón, uno de esos especialistas
de los espacios reducidos, de los que ven un hueco en ese territorio en que a
los demás se les nubla la vista, de los que necesitan que se les lleve el balón
hasta allá. Así fue dos veces. Así fueron dos goles. Entre Marcos André y
Weissman, cuchillo y bisturí, podemos pensar en una extremaunción a tiempo.
Porque la vida del Pucela en todo el resto del campo está para ir derechito a
las calderas de Perico Botero.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-12-2020
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