domingo, 3 de enero de 2021

VA Y ME LA PARA

La historia sucede hacia adelante y se relata mirando para atrás. De esta forma, cada hecho posterior, bien aporta sentido y trascendencia a lo anterior, bien lo sepulta bajo siete capas de polvo. Ayer, por ejemplo, se cumplían 529 años, que ya son, de las Capitulaciones para la entrega de Granada que supusieron el último capítulo de la Guerra entre los reyes de Aragón y Castilla y el sultán nazarí, Muhámmad XI, conocido por estos pagos como Boabdil el Chico. El relato de esa postrer batalla entre reinos cristianos y musulmanes se narra como fundamental en la historia de España. Mirado desde aquí, resulta innegable. Una trascendencia que habría sido radicalmente distinta si el católico Fernando, tras enviudar de mi casi paisana la no menos católica Isabel, hubiera logrado su propósito de preñar a la joven Germana de Foix y, de esta manera, haber engendrado heredero para su reino aragonés. Pero fue como fue, no hubo descendencia, y así se cuentan las cosas.  

Discutir sobre ‘lo que habría ocurrido si…’, es un ejercicio que puede resultar grato pero no pasa de un juego intrascendente. Sabemos cómo ha jugado el Pucela los últimos mil días y sabemos que tal apuesta ha servido para navegar tres años en Primera. Especular airadamente sobre qué hubiera ocurrido con otras decisiones resulta ridículo. Tanto podríamos haber vuelto a la Segunda como haber logrado pasaporte hacia competiciones europeas. Lo que sí parece cierto es que existían otras formas de jugar menos pacatas y que el Pucela tenía y tiene mimbres para ello. Sin ir más lejos con las que ayer nos sorprendió Sergio. Unir en retahíla a Mesa, Kike, Toni, Jota y Weissman sonaba bien. Luego, la historia, ya se sabe, se desconoce hasta que sucede. Y sucedió. Pasada la hora y media de partido, disfrutamos de un juego más agradable sin perder eficacia. La portería propia volvió a quedar a cero y la ajena fue vacunada una vez -suficiente para obtener los tres puntos-; pero pudieron ser más: se unieron dos de esos jugones citados, Kike y Jota, y dibujaron una jugada virtuosa que concluyó con un paradón sorprendente de Yáñez cuando ya andábamos celebrando.

Y me acordé de Weissman. Jota remató bien, pero como cualquier buen jugador no especialista: limitándose a asegurar el golpeo. El israelí ha convertido en arte buscar una esquinita de la portería.  

Jota, el chaval, no lo creía. Celebraba el gol antes de que fuera y la realidad de la parada  le devolvió a la materialidad del tiempo presente: el balón seguía vivo; la portería, incólume y el portero, engrandecido. Tanto, que el propio Jota felicitó al arquero y, este le consoló como diciendo ‘no erraste, la saqué’. Un hecho que, si el Getafe hubiera empatado, se habría considerado trascendente, pero que, con la victoria del Valladolid, no pasa de anécdota.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-01-2020

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