lunes, 10 de mayo de 2021

LLEVAR TRACAS A VALENCIA

Por muy largas que sean las vidas, sucede con frecuencia que un hecho concreto en un momento aislado o una frase determinada pronunciada a raíz de un calentón persigue al protagonista hasta más allá de la fecha en que se cierran sus días. A veces, para bien. El refranero, con cierto son displicente, recomienda una buena labor de autoencomio como garante de la tranquilidad futura: ‘cría fama y échate a dormir’. En paralelo, para mal, recuerda que una acción negativa persigue con el mismo ahínco que Coyote a Correcaminos, ‘por un perro que maté, Mataperros me llamaron’. Miguel de Unamuno, como no dejó de hacer, mucho menos calló y siempre encontró un atril desde el que atronar con sus pensamientos, ha sido, es aún, hostigado por cientos de hechos y frases. El problema de una vida tan prolífica consiste en que cualquier corte define poco y, además, que siempre aparecen varios textos que se contradicen. En el caso de Unamuno, sigue analizándose -por lo que sorprende con su trayectoria- el texto que referido a otros países europeos sostuvo en debate con Ortega y Gasset: “que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero en que estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó”.

No sé si el Valencia lo hizo unamunianamente adrede, pero la jugada le salió de lujo. Su disposición inicial era horrible. Acumulaba hasta cinco hombres en su área para abortar las embestidas pucelanas; tres delanteros esperaban ávidos que les llegara el balón para asaetear la portería rival; en la línea de creación, apenas dos que siempre se veían superados. Con esta organización, el rival ofreció la iniciativa a los blanquivioleta. La iniciativa y la tesitura de pensar. La primera se sostuvo, se disponía del balón, se acometía, todo conducía a un ‘parece que…’, pero en realidad se trataba de una amenaza de mentira: cosas de la vida, el Valladolid presentó precisamente en Valencia un programa de fuegos artificiales. Y esta sucesión de tracas inofensivas convirtió la horrible disposición en un marcador rotundo a su favor. La segunda, la tesitura de pensar, no se logró. De esta forma, en las dos áreas, para meter en una y evitar en la otra, se ensañó la inoperancia.

A mayor abundamiento, cuando la realidad contable se impone a la apariencia, cunde el desánimo. El entusiasmo previo se disipa, la inercia desaparece y ya no se sabe qué hacer. El Yamiq, acelerado mentalmente, balón en mano, grita, gesticula, orienta en una dirección la pelota, la vista en la contraria. La presencia de Gameiro en la imagen es puramente testimonial - el amontonamiento gestual del central del Valladolid hubiera sido idéntico con cualquier otro rival- pero advierte del momento: el delantero del Valencia hizo acto de presencia cuando el desenlace ya era irreversible. Entonces, el equipo al que se le dejó pensar y no supo, tampoco llegó a la concusión de por qué. Algún empedrado habrá al que culpar.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-05-2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario