sábado, 30 de marzo de 2024

TRES MANZANAS, UNA FRUTA

Recapitulando sobre las preguntas formuladas en sus sucesivas comparecencias, rumiando el contenido de los textos detractores publicados en los diversos medios locales, ahuyentando el machacón cántico sentencioso que le exige marcharse, intuyendo los escarceos acusatorios que se desplazan de esquina en esquina, de barra de bar en barra de bar, de red social en red social, Pezzolano se mesará los cabellos pretendiendo penetrar en esas mentes pucelanas que le cuestionan haga lo que haga aunque en ese 'lo que haga' se incluya lo que le sugirieron hacer. ¿No era –se preguntará cabizbajo– que tras un buen resultado correspondía mantener el mismo bloque, proponer idéntico plan, no tocar lo que había funcionado?

Y viceversa. También los aficionados –toda la ciudad, por añadidura, que a Pezzolano, cosas de la inercia, se le maldice en toda comitiva–, incapaces de descifrar los designios del entrenador, farfullan locuciones que toman su nombre en vano.

Recreo mentalmente una conversación ficticia en la que Pezzolano y un aficionado paradigma entrecruzan frases que cada interlocutor interpreta con una intención diferente a la voluntad del otro. Y recuerdo que tiempo atrás, en un vídeo, escuché a un profesor narrando una experiencia con un alumno de media docena de años. El maestro relataba cómo, tanteando los conocimientos de las criaturas, chocaba con interpretaciones inopinadas.

–A ver –apuntaba a uno al azar–, dime cinco frutas.

–Cinco manzanas -respondía ufano el chaval–.

–No, hombre. Cinco manzanas son sólo una fruta.

–No, profe, cinco manzanas son cinco frutas.

El profesor, con aire de suficiencia, con tono de '¡ay, estos chavales!', reconvino al alumno enfatizando que por 'frutas' se refería a 'frutas diferentes'. Días más tarde, el mismo crío presentó al maestro el cuadernillo con los deberes. Un ejercicio le planteaba: 'Si en un canasto coloco seis manzanas y siete naranjas, ¿cuántas frutas habrá en el canasto?'. Dos, respondió con trazo rotundo el crío. Poco pudo reprocharle el profesor por la supuesta incorrección de la respuesta. Si ahora le decía que estaba equivocado, se contradiría con la explicación pasada y armaría un pitote en la cabeza del chaval.

Cinco manzanas, ¿son una fruta o cinco?; seis manzanas y siete naranjas, ¿son dos frutas o trece? Tras ganar un partido, ¿repito el once o lo modifico?, ¿toco o no toco lo que funciona? La respuesta se guarece bajo el papel de celofán que envuelve el triunfo de impostura, se apuntala bajo la dictadura conceptual que asocia 'funcionar' a 'ganar'. Y no. Ante el Eibar, el Pucela ganó pero no funcionó. Un hecho circunstancial –la temprana expulsión– agrietó la defensa rival, propició un encuentro desigual; dos milagros –el taconazo de Meseguer y el gol 'ronaldoniano' de Sylla– decantaron la balanza.

Romos, sin remos, sin capacidad de desequilibrio, se torna complejo funcionar y ganar. Si, al menos, el Levante se hubiera presentado con diez jugadores u otro milagro de tres frutas se hubiera producido...

Publicado en "El Norte de Castilla" el 31-03-2024

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