martes, 2 de diciembre de 2025

CUANDO LA ENSALADA ES NADA

 

Foto: Rodrigo Jiménez

De forma sencilla, entendemos el movimiento como la tesitura en la que se encuentra un cuerpo en el transcurso de un cambio de posición. Desde esta perspectiva, el Valladolid, obviamente, modifica su emplazamiento, se mueve hacia adelante, avanza, porque, como dejó cincelado Vujadin Boskov en las tablas de piedra donde se acuñan los mandamientos de la sabiduría futbolística, ‘punto es punto’ y todo suma. Los ahora ancianos que padecieron las inclemencias del hambre de la posguerra extienden este principio futbolero del aludido entrenador serbio a la vertiente nutricia: ‘mejor ensalada que nada’.

La Física afianza la definición; requiere para ello un observador capaz de constatar, mediante mediciones, dicho cambio de posición -en función del tiempo- respecto a un sistema de referencia. Esta perspectiva dota al movimiento de un matiz relativo: un cuerpo, en función del sistema tomado como referencia, puede moverse o no hacerlo –mantenerse en reposo–, puede, incluso, avanzar o retroceder mientras verifica idéntico tránsito. Ya saben, usted y la persona que ocupa el asiento contiguo en un tren en marcha permanecen quietos ante el ojo de una tercera pasajera; se desplazan vertiginosamente hacia adelante desde la óptica de la vaca que pasta en la pradera aledaña a la vía o reculan si nos atenemos a la panorámica que se observa a través de la ventanilla del tren de alta velocidad que, circulando en paralelo, sobrepasa su convoy. El punto –por más que persista en su boskoviano ser punto, por más que, considerando el sistema de referencia de la recta de los números naturales, suponga un avance– comporta un retroceso tanto en la referencia clasificatoria como, y si me apuran esta visión es aún más preocupante, en las coordenadas que definen el nivel del juego, el potencial del grupo. Un puntito p’alante, un, dos tres, un pasito p’atrás. Pero no punto y pasos sucesivos, como los de la coreografía del baile de María, sino interpretados en el mismo instante.

Para comprensión del movimiento, en su estudio físico, ya digo, contamos con dos caminos. A un lado se abre la senda de la cinemática, una forma de estudio que se limita a considerar el movimiento en sí, a analizar la trayectoria dibujada por el móvil según transcurre el tiempo. Una línea decreciente, si nos referimos al Pucela, que ha transitado desde las posiciones que albergan el sueño del ascenso hasta, de momento, situarse a tiro de la amenaza con el desahucio. Queda la duda de si en un futuro aparecerá el punto de inflexión primero, el mínimo después, que indiquen el cambio de la tendencia, el fin de la caída, el inicio del tramo creciente de la gráfica.

De otro, nos adentraremos en la espesura de la vereda de la dinámica, un pasaje en el que se va relacionando dicha trayectoria con las causas reales que la provocan, en el que se describen las fuerzas que originan los movimientos… y las de resistencia, que los atenúan o los detienen. El estudio dinámico respondería a la súplica de Almada tras el partido ante el Málaga. Don erre que erre demandó en rueda de prensa analizar los partidos más allá del resultado. Escribo ‘don erre que erre’ contradiciendo de alguna forma lo sostenido en el artículo anterior, aquello del espíritu de la escalera: por sus palabras, por sus declaraciones, por más que descienda peldaños, por más que el Pucela se descuelgue escalones hacia abajo, la cabeza de Almada no encuentra la frase idónea para haberla formulado antes. Y si la idea se le presenta, se desvanece al ritmo que describiera el técnico galés John Benjamin Toshack: “Los lunes pienso en cambiar a diez jugadores, los martes a ocho, los jueves a cuatro, el viernes a dos, y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones de siempre”. Los mismos cabrones y dispuestos de la misma manera. Las mismas fuerzas del estudio dinámico de partidos anteriores -ese presionar más por cantidad de esfuerzos que por calidad de los mismos- con la pretensión de obtener una secuela diferente. Y eso, en frase (siempre y mal) atribuida a Einstein, resulta que no. Salvo que nos refiramos a la erosión, el desgaste provocado por la insistencia de movimientos aparentemente inocuos que terminan por abrir grietas en el cuerpo rival. “Lo que hacemos -remata el técnico blanquivioleta- es lo que te acerca a ganar”. Tendremos que creerle… o desesperarnos aguardando el fin o bien de un proceso por definición duradero o bien de una excusa, también por definición, sin fundamento.

 Artículo publicado en El Norte de Castilla el 1-12-2025

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario