domingo, 24 de abril de 2011

Parados por seguridad




El modelo social europeo se caracterizaba, hablo en pasado, por haber tallado la palabra seguridad en el frontis de su edificio. Esa certeza, lejos de servir como trampolín, está siendo la piqueta que la destruye porque para los humanos es más fuerte el impulso por mantener lo poco logrado que el anhelo por seguir avanzando. Si uno hace memoria de los hechos que han provocado grandes movilizaciones, cae en la cuenta de que solo llegaron cuando se cernía un recorte severo planteado, además, de forma grosera. Así, con miedo, hemos visto como la sociedad callaba cuando la merma era mínima, siempre era más aplaudida la posibilidad de perder un poco que cualquier futurible.
Esta pauta de comportamiento se repite por mímesis en las competiciones deportivas. Los que hemos seguido, tumbados en el sofá, los Tours de Francia que concatenaron Indurain, Amstrong y, si el clembuterol lo permite, enlazará Alberto Contador, comprobamos como son raros los esfuerzos del resto de los ciclistas por enfrentarse a ese orden, que sin ser natural, lo llega a parecer. Los que secundaban a los citados en las clasificaciones dedicaban su esfuerzo a no ser desplazados del lugar que ocupaban. Bien es verdad que, a pocos kilómetros para el final de las grandes etapas, había alguna escaramuza, pero lo cierto es que ninguno llenó el bidón de épica en pos del mayor botín. Arriesgar es ganar pero también poder perder. Cuando el pódium, un puesto entre los cinco primeros, el honor de ser el mejor clasificado de un país, estaba al alcance, ponerlo en cuestión era considerado una osadía que frenaba cualquier embestida. El segundo, en vez de atacar al primero, se cuidaba del tercero. El tercero del cuarto…

Siempre habrá algún valiente o quedará algún visionario pero, al margen de ellos, la capacidad de asumir riesgos es patrimonio de los que nada tienen que perder. Los que se 'lanzan a tumba abierta' descendiendo el puerto del futuro llevan en sus carnes el estigma del sufrimiento cotidiano, esa llaga que nunca terminó de cicatrizar. Dicho así, la seguridad genera dudas que la incertidumbre elimina, puede parecer una paradoja. Deja de serlo cuando caemos en la cuenta que llamamos seguridad no es más que la 'piuma al vento' de un aparente bienestar e denominamos incertidumbre a la certeza del callejón sin salida.
El Real Valladolid llegaba a Cartagena con tranco de caballo para enfrentarse a un rival atorado. Comparando ambas trayectorias, cabe pensar que los pucelanos viajaban con una sonrisa dibujada en la boca y un espacio en el maletero donde cupiesen los tres puntos. La realidad dio inmediata razón al optimismo, poco más de cinco minutos necesitaron para adelantarse en el marcador. Podrían haber seguido por ese camino, no digo marcar más goles porque eso nunca se sabe, pero retrocedieron.
Quien marca la pauta de este grupo no es ni valiente ni visionario y optó, en vez de tejer, por guardar la ropa. El Cartagena supo que en ese sitio y a esa hora, si nada cambiaba, morirían sus sueños y puso su empeño en mantenerlos vivos. El lápiz de la radio, que dibuja los partidos que uno no puede ver, se empeñaba en colocar a los visitantes muy cerca de su portero aguantando las embestidas, con más afán que convicción, de los albinegros. Hasta que cedió el sistema por más que Javi 'seguridad social' Jiménez aguantase el primer empellón. A la segunda hubo touché.
En ese momento el Valladolid tenía un jugador menos en el campo. Puede servir como excusa pero es la consecuencia de una forma de jugar. Si concedes el balón al rival y Matabuena va contigo (seis tarjetas lleva ya vistas) es algo previsible. Hecho el primer agujero, la pared puede caer detrás.
La cara de Abel, quiero imaginar, emanaba aturdimiento. El mismo que muestran los sepultados debajo de los muros que caen, el que muestran los personajes secundarios de muchas de las tallas que no han podido pasear esta semana por la ciudad. Acababan de ver caer lo que suponían eterno, morir lo que creían inmortal. El entrenador hablará del punto logrado, ha perdido dos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 24-4-2011

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