lunes, 1 de octubre de 2012

PlLIEGO DE DESCARGOS

Música sobre música, la voz de Paco Ibáñez adueñándose de los versos de Gabriel Celaya, «Cuando ya nada se espera personalmente exaltante». Nada, absolutamente nada, esperaba de Manucho. Su presencia y mi impotencia caminaban a la par. Nada se puede esperar de quien, a lo largo de los años, no ha mostrado el más mínimo interés por ejercer de lo que indican los documentos cuando se le pregunta por su profesión: futbolista. Hasta hoy.
«Cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades». Aquí no le querían, fuera nadie le buscaba. Se había convertido en un lastre, un oneroso contrato que había que asumir, un tiempo de espera para que tomase las maletas rumbo a ninguna parte, un aspirante sin aspiraciones. Olía a cadáver de futbolista. Hasta hoy.
«Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto». El que no suma, resta y restar cuando el sustraendo es escaso deja el resultado en casi cero. Ningún equipo puede permitir dar ventaja al rival, pero menos los pobres, los que necesitan cada bocanada para sobrevivir, los que con cada error construyen una tumba y la desidia es el peor de sus defectos. Manucho reía mientras la grada lloraba, brincaba, corría, pero no aportaba. Y el Pucela se desangraba. Hasta hoy.
«Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden». Carreras sin sentido, intentos fallidos por pretender hacer lo que no sabe, piruetas sin sentido, arabescos inofensivos, saltos a destiempo, dispersión. Hasta hoy.
Hoy hemos visto un futbolista, un joven implicado con el colectivo en el que está inserto, cuyo esfuerzo tenía como único sentido el apoyo a los suyos, cuyas decisiones fueron siempre las correctas, cuya actitud es la requerida, cuya capacidad se aprovecha. Ni ha intentado lo que no sabe, ni ha corrido cuando no debe. Su partido de hoy ha sido sublime, no se le puede pedir tanto todos los días en cuanto a la eficacia pero sí puede mantener esta actitud.
A veces parece que le ha pasado lo que a tantos niños al poco de llegar al colegio; se les asigna un papel, el de listo, empollón, torpe, graciosete... y esta marca inicial se convierte en profecía autocumplida. Debe saber, seguro que sabe, que este es el camino, que a pesar de los jaleos a sus comicidades, él es futbolista, no bufón. Puede parecer duro, pero así lo pienso porque «Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse» y hoy Manucho ha demostrado tomar partido: tiene la palabra.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-10-2012

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