lunes, 7 de enero de 2013

TRES COSAS HAY EN LA VIDA


Las copas se alzan y alguien grita ¡salud! Alguien presente en el brindis asiente y añade ¡dinero y amor! Esas tres palabras dan título a un clásico bolero que remarca que son la base sobre la que se asienta la felicidad, tan es así que quien tenga la suerte de poder gozarlas al mismo tiempo debe dar gracias a Dios. La banda de rock Los Rodríguez no quiere ser menos y otorga el mismo título a una de sus composiciones en la que descorcha una botella de vino para brindar por los buenos viejos tiempos en los que derrocharon las tres, ahora, sin ninguna, ese recuerdo es el mejor homenaje o, en todo caso, la única forma de disfrutar un presente sin otro asiento que la nostalgia. Al fin y al cabo cuando falla alguna de ellas parece que todo se desmorona alrededor, que toda la fuerza que creímos tener se cimentaba con esas tres bases: una salud que nos permite levantarnos cada mañana con ganas de poder con el mundo, el dinero suficiente para que no haya espacio en la cabeza para pensar en su ausencia y amor concreto o difuso, personas que te quieran y que quieran ser queridas, un entorno afectivo que impida la sensación de soledad en un mundo lleno de gentes que transitan a tu lado a las que pareces no importar, a las que, de hecho, no importas.

El Real Valladolid tenía las tres: el optimismo propio del ascenso le hacía sentirse amado; de dinero no va sobrado, es una obviedad, pero los tiempos de incertidumbre sobre la propia supervivencia parecen haber pasado; y la tabla clasificatoria es un electrocardiograma que muestra un estado bien saludable. Pero de repente todo se trunca, un día te levantas con dolor de cabeza y no tienes claro si es la resaca consecuente de tanto brindis o un verdadero problema por el que te deberías preocupar. Notas que te falta la salud hiperbólica que muestra Manucho, el dinero que Óscar reparte con los pies y el amor que despliega Víctor Pérez por sus compañeros escondiendo los errores de estos. Sin los tres pilares, lo que era un cuerpo rocoso, consistente y capaz, se torna en un equipo lechoso, blandito y vulnerable, expuesto a los vaivenes a los que le somete el día a día y sin capacidad de respuesta cuando vienen mal dadas, cuando un árbitro yerra y te condena a remontar o a morir.
No es, no puede ser, excusa el yerro del juez para justificar esta derrota, no es suficiente arena para tapar los agujeros que el equipo tuvo en Vigo. No es razón pero merece una reflexión la actuación de Velasco Carballo. Es concebible que se equivoque señalando un penalti que no se cometió pero me sorprende que, tras señalar otro a favor del Valladolid, no expulsara al portero local. La norma indica que ese es el castigo correspondiente al jugador que comete una infracción evitando una ocasión manifiesta de gol. Para saber si dicha ocasión es manifiesta o no, se aplican una serie de criterios (que el infractor sea el último hombre, que el regate no te aleje de la portería…). Pero eso son criterios para entender una norma, no son la norma en sí. La zancadilla de Javi Varas a su tocayo Guerra, por más que este regatease hacia fuera, evitó un gol cantado. No lo entendió así el trencilla de turno. Los árbitros parecen más pendientes de aplicar las normas sobre la base de esos criterios implicándose menos en el conocimiento del juego. Siguen un camino recorrido por una sociedad que dedica su esfuerzo a cumplir con lo que le piden en vez de disfrutar de la vida, de la salud, del dinero, del amor.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 7-01-2013

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