domingo, 13 de enero de 2013

UN PUÑITO CHICO

Hace diez años, una parte de Italia lloraba por la pérdida del polifacético artista Giorgio Gaber. Con su muerte, producida el mismo día que nacía el calendario de 2003, desaparecía un referente artístico, pero también un faro ético e intelectual. Desaparecía él, pero no su obra, hoy podemos escuchar sus canciones, deleitarnos con sus actuaciones en el teatro o sonreír, con la tristeza propia de quienes sienten un pellizco en la parte del corazón en la que reside la nostalgia, cuando oímos sus brillantes monólogos. 

Estos últimos son un compendio de agudeza para diseccionar la sociedad en la que vive, con sus anhelos y sus derrotas-, ingenio para encontrar las palabras precisas, ternura para declamarlas como si fuesen caricias y mordacidad para no permitir la indiferencia. En uno de ellos, ‘Qualquno era comunista’, Gaber asiste a una supuesta entrevista de trabajo. En sus primeras respuestas al inexistente interlocutor, él, timorato, trata de medio esconder o justificar algunos hechos producidos tiempo atrás, cuando militaba en alguna organización juvenil de orientación comunista. Dice que sí, pero bueno, eran cosas del momento, pecata minuta, cosillas a las que se sentía arrastrado por otros. Cantaba la Internacional, pero lo hacía en coro. Vio a los Inti Illimani, pero no lloró. Tenía en la habitación un cartel con el rostro del ‘Che’ pero pequeño. Nunca, nunca, nunca, levantó el puño, bueno, a lo mejor una vez, un puñito chico, claro. 
No sé si Dani Hernández ha escuchado el monólogo, lo seguro es que él sí levanta un puñito chico, melindroso, más si tenemos en cuenta que es un ‘tiparraco’ de casi dos metros. Se intuye mejoría aunque aún queda, porque cada vez que el balón sobrevuela el área que defiende, un rictus de pánico encorseta a sus compañeros y en la grada resuenan los clarines del ay, ay, ay, ay. Clarines de miedo que se convierten en diana floreada cuando Ebert galopa. A principio de temporada, al vislumbrar su contagioso espíritu, escribí: ‘No les va a defraudar porque no escatimará una carrera, ni eludirá un choque. A poco que las cosas le salgan medio bien puede ocupar el sitio que dejó Sisi en cuanto a la relación con la grada y más si la tostada sigue sin caer por el lado de la mantequilla’. Así está ocurriendo, tanto que nos tememos que su carrera blanquivioleta será más corta de lo que desearíamos, ya sabemos, destacar en Zorrila es un pasaporte a otra camiseta. Ayer se cargó al Mallorca, el equipo de la isla donde muchos de sus paisanos gozan de sus últimos soles. Una isla en la que Caparrós intenta crear otra escuela de metalurgia. Su caso es curioso, muchos sureños acudieron al norte para trabajar en las industrias del acero y allí aprendieron la profesión. Caparrós, más de Bilbao que los de Bilbao,llegó de Utrera a San Mamés dispuesto a enseñar los secretos de la industria del metal. Futbolísticamente no es nada sevillano. Como el propio Giorgio Gaber que dejó una obra póstuma ‘Lo non mi sento italiano’. Aún vivo, dos años antes, publicó ‘Piccoli spostamenti del cuore: La mia generazione ha perso’. Reconocimiento de una derrota sufrida mientras el corazón continúa latiendo. Así se ve, así nos vemos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-01-2013



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