domingo, 10 de mayo de 2015

DOS ALMAS, UN CUERPO

En distintas proporciones, eso sí, pero todos estamos formados por dos seres que se oponen y, a la par, se complementan como lo hacen el hidrógeno y el oxígeno para formar el agua: el uno ejerce de contable y cuenta, de albañil y construye casas, de tantas y tantas cosas que nos son imprescindibles para el devenir diario; el otro, simplemente, se deleita contemplando un cuadro, se emociona leyendo un libro, se desasosiega cuando un pellizco le rasga el corazón, se le cae la baba cuando coge en brazos por primera vez a su hijo o a su nieto. El alma de un aficionado al fútbol padece también este desdoble. Por un lado está pendiente del resultado, disfruta viendo el fútbol, pero las revueltas del marcador le alteran el ritmo cardiaco; cuando su equipo gana da todo por bien empleado. El otro se emociona y exclama un ohhhh lleno de haches cuando algo imprevistamente bello sucede. Ese momento, esa jugada, se refugia en algún punto de la retina para aparecer de tanto en tanto. Uno de esos instantes mágicos se produjo ayer en el Nuevo Colombino. Óscar ha ejercido de sí mismo en esa versión que, si fuera constante, le habría llevado a la cumbre del fútbol. El pase que regala a Roger en la jugada del primer gol es para ponerse de pie. Pero faltaba lo mejor. El salmantino, en modo genio, se ha inventado un remate que la mayoría de los jugadores no podrían ni imaginar. Lo ha ejecutado con una plasticidad propia del ballet, con un estilo y a una velocidad de karateka, con la precisión de un cirujano. Un gol de los que no se cantan, se admiran. Y se admiran, en este caso, en el pequeño corrillo que se preocupa de lo que ocurre en la ‘remota’ Segunda División. Si la firma la hubieran puesto otros con más renombre daría la vuelta al mundo. ¿Qué se va a hacer? El mundo se lo pierde.  
Sin embargo, la parte contable del alma no desiste en su afán por devolvernos a la realidad. El Real Valladolid ha vuelto a vencer en un partido lejos de Zorrilla, buena noticia, pero los dos predecesores, los que habrían de fallar para abrir el camino, no lo han hecho. La situación es la misma; el tiempo, una semana menos. El contable muestra, también, unos informes que alientan la esperanza. En primer lugar, parece que el Pucela recobra el tipo. Es cierto que el rival de hoy es el último de la fila, pero el equipo mostró hechuras, formas, ese algo indeleble que se percibimos mejor que se explica. En segundo, no sé si por voluntad del entrenador o por mera cuestión casual, la pareja Sastre-Rubio ha acaparado protagonismo. Nada escribiré del capitán porque sería repetirme, pero el catalán a su lado encuentra el ecosistema en el que mejor se desenvuelve. Y para acabar, está Roger. No sabremos, ni merece la pena perder un minuto, en elucubrar qué hubiera sido de los blanquivioletas sin la lesión de su delantero. El hecho es que está y que su presencia aporta, amén de sus cualidades técnicas y tácticas, amén de sus goles, la mordiente, la chicha, la vida, que  todo equipo necesita. Más que añorar lo que pudo haber sido, es el momento de celebrar que contamos con él.
El contable comprueba que no le va a dar para aprovechar la primera oportunidad pero se muestra esperanzado, cree que las cuentas saldrán en el reenganche. El lector pasea obnubilado recitando una y otra vez el verso compuesto por Óscar. Dos almas, un cuerpo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-05-2015

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