lunes, 3 de abril de 2017

SEGUNDO PRINCIPIO DEL DESBARAJUSTE

Imagen tomada de aliciagalvan.com
Los que de química saben mucho dirán que no es exactamente así, pero los profanos en la materia asociamos el término ‘entropía’ al desorden. El resultado de esta medida indica cuánto hay de desbarajuste en un sistema. Cuanto más caos, mayor será su valor. La habitación de un adolescente, por ejemplo, tendría una entropía muy alta. Claro, lo complicado es encontrar la forma de medir ese desorden. Esta variable lo hace en función de medidas probabilísticas –de azar, vamos–, de forma que cuanto más probabilidades haya de que algo ocurra de forma natural mayor será la entropía. Y de forma natural todo el mundo sabe que una habitación por sí misma no se ordena. Una pena, pero es así. Lo malo es que en cualquier sistema aislado, la entropía no deja de aumentar hasta que llega al equilibrio, esto es, a la posición que cuenta con mayor número de probabilidades. Esta noticia tampoco es buena para las personas que se encargan de apilar latas en los grandes almacenes, pero intuitivamente ya lo saben: es fácil que las latas de tomate frito apiladas en forma de pirámide caigan al suelo, rueden y se repartan a su libre albedrío por todos los pasillos, pero muy complicado tirarlas a los pasillos y que ellas solas, en algún momento, se apilen formando una pirámide. El Universo se comporta de forma parecida a la habitación del adolescente o  a la pila de latas, lo que da lugar al segundo principio de la termodinámica, el que afirma que su cantidad de entropía crece, crece...
Un fiel cumplidor de este segundo principio es el Real Valladolid, a medida que van pasando las jornadas, el equipo aparece más desordenado, los jugadores corriendo en busca de un plan y la energía más degradada. Basta comprobar la abismal diferencia entre el partido de la primera vuelta frente al Zaragoza y el de ayer ante el mismo rival. En el uno, los jugadores pucelanos dieron un recital a partir del orden en el juego mientras los maños parecían un conjunto de átomos que giraban al son de aquella música; en el otro, el de ayer, ambos equipos,competían por ver qué grupo era más caótico en su juego e impreciso en sus ejecuciones. En ambas facetas, para nuestra desgracia, se impusieron los blanquivioletas. El paso atrás, entropía mediante, y eso que solo han transcurrido unos pocos meses, ha sido notable. 
Eso sí, en un terreno, la diferencia entre el fútbol y  la física es abismal. Mientras la una pretende sentar bases universalmente ciertas, el otro se mueve bajo parámetros absolutamente inescrutables. Einstein, menos aficionado al deporte que a la ciencia, dejó escrito que «si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo». La primera ley del balompié, sin embargo, destroza el axioma: se cumple que haciendo lo mismo se pueden conseguir resultados diferentes e, incluso, que haciéndolo mucho peor se pueda obtener una misma consecuencia. Entonces y ahora, a pesar de la radical diferencia, los dos partidos condujeron a un similar resultado y a idéntico corolario: el reparto de puntos. 
No sé si es lo de ‘mal de muchos, consuelo de tontos’ pero lo más positivo de la jornada es que los rivales, los de abajo y los de arriba, se debaten en los mismos interrogantes. Viendo lo visto, sería razonable el pesimismo, pero en medio del caos (en los sistemas complejos y dinámicos, pequeñas variaciones en las condiciones iniciales podrían implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro) es imposible predecir lo que ocurrirá en las diez jornadas que faltan. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-04-2017

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