jueves, 8 de febrero de 2018

EL GOBIERNO Y LA LEY DE GODWIN

Imagen tomada de devandhost.com
Allá por el año 90, el abogado estadounidense Mike Godwin acuñó un enunciado que enseguida se universalizó: “A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. A la sentencia se le ha otorgado categoría de ‘ley sociológica’, valga el oxímoron. ‘Hitler’ aquí es un ejemplo de un recurso dialéctico (tan extendido como pobre) que consiste en la utilización de alguna coletilla de esas que, más pronto o más tarde, terminan apareciendo para cercenar la conversación.
Veamos otro caso. Si lo que se encuentra en cuestión es la pertinencia del endurecimiento del articulado del Código Penal para determinados delitos de especial gravedad, a la manera de Godwin se podría sentenciar que “la probabilidad de que te pregunten que qué harías tú si la víctima fuese tu hijo tiende a uno”.

La pregunta tiene un vicio de origen: presupone que la respuesta a un hecho delictivo ha de partir de la víctima. Si así fuere, nuestro derecho no diferiría del Código de Hammurabi. En cualquier caso, para que la cuestión no quede en vacío, respondo. Si por mí fuera, si en mis manos cayese el individuo que hubiera cometido alguna atrocidad contra mi hijo, yo sería aún más inmisericorde que aquellas leyes mesopotámicas. Ahora bien, en este momento, con distancia, sin calor, entiendo que una sociedad que admita la rabia y la ira innatas de la víctima como el baremo de medida penal solo puede conducirse hacia un abismo de violencia. Por eso, por salvaguardar los pasos que hemos recorrido en el camino de la civilización, es bueno que existan instrumentos que me defiendan de mí mismo, de lo que pudiera ser capaz en un caso tan extremo. Por idéntico motivo, es profundamente irresponsable el tratamiento que algunos programas de televisión realizan de los sucesos más escabrosos rascando víscera y corazón, azuzando una mal entendida empatía que solivianta el ánimo y desconecta la razón. Por lo mismo, y más agravado por la responsabilidad que debiera ser inherente a su función, es dañino que el Gobierno, al albur de hechos coyunturales, espolee esos ánimos previamente aventados proponiendo medidas penales al ritmo de ese calor. Medidas cuyo único objetivo,  como el de quien suelta la palabra ‘Hitler’ en medio de una conversación, consiste en que no se hable de otra cosa para así tapar sus propias miserias. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-02-2018

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