jueves, 7 de marzo de 2019

ESTO NO ES LO QUE PARECE

Imagen tomada de 20minutos.es

No existe frase que haya sido preámbulo de más tormentas que “esto no es lo que parece”. Digo preámbulo y no desencadenante ya que esa media docena de palabras, en realidad, no desencadenan nada de nada, simplemente aparecen en el interregno entre el hecho descubierto y sus previsibles consecuencias como una torpe petición de tregua, como forma de ganar ese tiempo necesario para encontrar una excusa barata. No suele surtir efecto, lo evidente de la escena suele dejar poco margen para que el subterfugio consiga que amaine la sucesión de rayos y truenos que se ciernen sobre la sala.  Más aún, no suele surtir efecto porque la persona agraviada con lo que acaba de descubrir no se halla muy por la labor de creerse ninguna patraña. En efecto, más que por la verosimilitud de la historieta, el asunto acaba de mejor o peor forma en función de la voluntad de la persona agraviada por creerse la milonga; una voluntad que depende -entre otras cosas- de las consecuencias que crea que tenga para ella, de cómo se ajuste el relato al estilo de vida que lleva, que pretende seguir llevando.

Tengo la sensación, no encuentro otra explicación, de que como sociedad nos hallamos en ese mismo punto: escuchamos de los dirigentes políticos continuas mentiras y, de entre ellas, nos creemos las que más se ajustan a lo que previamente pensábamos, las que refuerzan nuestro ‘tener razón’.  No hablo de mentiras emocionales, sirva como ejemplo la generación de expectativas que el ponente sabe falsas, no. Me refiero a mentiras factuales, a argumentar con base en hechos que ni ocurren, ni han ocurrido, pero que se toman como ciertos. ¿Y cómo consiguen esa aparente hipnosis colectiva? Creando mentiras a medida del escuchante, lanzando bulos que sirvan al colectivo al que se dirigen para fortalecer su argumentario, trolas que reforzarán la apariencia de ‘tener razón’ frente a las personas que en mi entorno piensen de manera diferente.
En su momento pensé que sería una idea estupenda, con la cantidad de medios con los que hoy contamos para confirmar o desmentir afirmaciones, que estaría muy bien un programa de entrevistas -en tele o radio- con escudriñadores de las palabras, con un personal revisando instantáneamente cada afirmación y rebatiéndola cuando lo dicho sea falso. Al poco me di cuenta de que tal intento no tendría ningún sentido. Cada cual, me temo que excepto una minoría, se cree lo que a priori está dispuesto a creerse, aunque vaya después de un “esto no es lo que parece”.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 07-03-2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario