sábado, 6 de abril de 2019

EL PRIMER DÍA

Foto "El Norte"
Enseguida tuvimos claro que a Carlitos no le seducía la idea pasar no sé cuántas horas en la escuela. Algo intuimos cuando sus voces y llantos llegaron antes que él al aula de los parvulitos. Desde luego no pensábamos que la entrada iba a tener tal acompañamiento sonoro cuando la maestra nos comentó que esa mañana habría de llegar un alumno nuevo. Doña Engracia tampoco esperaba la escena porque no nos advirtió de tal posibilidad, se limitó, sin más, a pedirnos cierta cordialidad ya que el muchacho, además de nuevo en la escuela, era un recién llegado, acababa de cambiar el pueblo de al lado por el nuestro. La maestra, tan sorprendida como nosotros, se acercó a la puerta para comprobar lo que ocurría al otro lado y ayudar a la madre del chico en el duro proceso de introducir a Carlitos en el aula. Ambas mujeres le tuvieron que llevar arrastras todo lo largo que era el pasillo y, además, desengancharle las manos que se agarraban a la puerta como si fuera su última esperanza de permanecer vivo.

Cuando lo hubieron logrado, la madre se marchó y doña Engracia cerró la puerta por dentro. La fiereza de Carlitos, empero, no mermó. Gritaba y lloraba a la vez, a la vez que pateaba la puerta. Nosotros, entre pasmados y cohibidos, no abrimos la boca. La maestra puso sobre la mesa sus muchos trienios a cuestas.
–Hay que darle tiempo, el primer día siempre es complicado.
Y la clase siguió como tal pese a los furibundos intentos del nuevo por mostrar su malestar.
El primer día siempre es complicado aunque, a diferencia de Carlitos, las cartas de presentación del novato estén repletas de ilusión y ganas. Parece que todos los ojos están puestos en uno, que hay que demostrar en cada jugada todo lo que se sabe hacer.
Waldo –Gualdo, tal y como prefiere nuestro debutante que le llamen– pasó el trago pero no pudo sustraerse de estos efectos 'novatiles'. No lo hizo mal, no al menos peor que sus compañeros, pero a los 15 minutos, cosas de la hiperactividad, de pensar que no había día por delante, llevaba corrido un 80% más de lo habitual en ese intervalo de tiempo. Además de correr en exceso, quiso lucirse en momentos en los que el partido pedía un pase. Quizá estar acostumbrado a jugar siendo el referente te lleva a automatizar comportamientos que cuando estás rodeado de jugadores de Primera no tienen sentido.
Waldo-Gualdo, eso sí, se ha ganado volver más días a la escuela. A poco que utilice la cabeza más alla de para rematar, tiene pinta de que aportará. Ybuena falta que hará porque al equipo le tiemblan las piernas. Cuando parecía que el punto estaba asegurado, cuando apenas quedaban tres minutos, un ataque de 'caguetismo' hundió al once pucelano bajo los palos, mención especial para Masip. El Leganés detectó el olor y allá que fue. Tuvo premio.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 05-04-2019

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