Un nombre, su nombre, Amir Nasr-Azadani. Referir su profesión es pertinente. Si podemos resumir el espectro de nuestras preocupaciones en ‘un poquito lo que nos toca, un poquito lo que nos pilla cerca’, el fútbol nos toca y nos acerca. Y ofrece razones para creer por el alcance del juego en nuestras sociedades, por la fortaleza icónica de las grandes estrellas de este deporte, por el ámbito universalizador de un Mundial. Supongo, quiero pensar, que sottovoce algo se haya movido, continúe en marcha. Pero no brotó ni una voz más alta que otra, ni una imagen contundente, estruendosa, abrumadora. Perdurable.
Perdurable. Por ahí se requería el gesto que no se dio. Amir
Nasr-Azadani, un nombre, su nombre, comienzo de una lista de muchos nombres. La
diplomacia podrá salvar una vida (y de corazón se agradecería), pero nada
ayudaría a cambiar. Vendrán más nombres en silenciosa danza. De hombres. De más
mujeres. Maldito baile de muertos. De nuevo el del mismo Amir, dispuesto a
pagar el mismo precio, expuesto, como tantas, a otra madrugada. Sabemos qué
estrellas son estas. Sangra la luna al filo de su guadaña. No me abandones. Al
alba.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 20-12-2022
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