lunes, 29 de mayo de 2023

LO BUENO DE NO MIRAR A OTRO LADO

El seguimiento de las últimas jornadas de liga, amén de expandir espacial y temporalmente la angustia,
se convierte en un estupendo ejercicio para los alumnos de Secundaria, una tarea multidisciplinar que requiere, en paralelo, conocimientos matemáticos de Aritmética, Estadística y Probabilidad junto con otros de Geografía Política que al menos permitan ubicar las distintas ciudades de los equipos implicados para conjeturar acerca de las distintas posibilidades que se abren o se van cerrando en función de cada alteración en el marcador de los partidos disputados por algún equipo implicado en la misma pelea.

El jueves pasado, un giro del cuello trasladaba nuestra mirada a la isla de Mallorca. A ver si hay suerte, ansiábamos, y el Valencia pierde para no superar los cuarenta puntos y que así, aún embarrado en el lodazal del descenso, se encuentre en la necesidad de ganar al Espanyol para no temer la caída a un infierno que para un club de esas dimensiones se torna en una ostensible caldera de Pedro Botero. La tarde anterior visitábamos la provincia castellonense pretendiendo que el Villarreal impidiera al Cádiz superar la cifra de treinta y ocho puntos; concluido el encuentro nos bilocalizamos con la paralela pretensión de que, en Sevilla, el Betis se impusiera al Getafe para que los de la periferia de la capital no saltasen al treinta y ocho desde el treinta y cinco con el que se acercaron a la capital hispalense y, en la linde entre las barcelonesas Cornellá y El Prat, el Espanyol certificase ante el Atleti su descenso. Podríamos recapitular hasta hace cerca de un mes. Pendientes de un punto y otro y otro de la geografía hispana, partido tras partido, rezumaba humo de las cabezas tratando de que, en nuestras perspectivas, las cuentas indicaran que habría tres equipos clasificatoriamente por debajo del Pucela. O asumiendo el desánimo de no verlo factible.
Hasta aquí. Se acabaron los cálculos, las discusiones, las clasificaciones paralelas, los escenarios diversos: del partido pendiente, en Zorrilla y ante el Getafe, sabemos que la victoria conlleva la ansiada permanencia; cualquier otro resultado condena a mirar desde abajo la élite del fútbol español. Cierto que existe un comodín, que a un hipotético empate pucelano se sume un triunfo del descendido ¿y desanimado? Espanyol ante el mismo Almería que, mereciéndolo, ha sido incapaz de imponerse a los blanquivioleta. Pero no conviene tener en cuenta tal escapatoria: ni depende de ti lo que pueda acontecer ni ayuda en el empeño propio. Cuando se trata, sin apenas aire, de alcanzar la orilla, en poco ayuda pensar si la marea se ha llevado la ropa. En realidad consiste en una ventaja manifiesta, no existe espacio para la duda, no cabe la especulación, el estar pendientes de que otros puedan solucionar lo que uno ha dejado por rematar.

En vez de especular, la agonía de la última semana nos recordará las ocasiones perdidas, los puntos que histriónicamente desaparecieron cuando se consideraban atados segundos antes de la conclusión de varios partidos... Delirios volátiles que en apenas una semana se transformarán en lamentos, apuntes de la historia negra, o habitarán en el olvido de lo intrascendente de una temporada manifiestamente mejorable cuyo penúltimo párrafo, el escrito en Almería, se refirió al empate logrado como si se tratase de uno de esos momentos de nuestra existencia en los que se aprecia y valora como bueno todo lo malo que podría haber sido peor. Aunque solo sea porque no has terminado de morir. Y habiendo vida, la esperanza encuentra acomodo. Más con Zorrilla rugiendo.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-05-2023

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