lunes, 15 de mayo de 2023

DE LO QUE NO SE HABLA, SE BORRA

Suelo comentar, medio en broma medio en serio, que mis peores momentos se producen cuando me encuentro ante la tesitura de elegir, lo que, en realidad, supone una ímproba labor de descarte. Mi indefinición procede del exceso de elementos, circunstancias o situaciones que me atraen. Quiero vivir todas las vidas, pasear por todos los lugares, habitar en todos los momentos. Ante tal cúmulo me cuesta dejar de lado algo y no son pocas las veces que he tomado una decisión porque me vino dada. Una de esas cosas que modificaría, en caso de tener una segunda oportunidad de vida, sería la elección de la rama para tercero de BUP. Un día, al final de segundo, 'la Rosina' fue pasando lista y anotando la elección de cada cual. Al llegar a mí, me miró, sonrío y me fue apuntando, «tú a Ciencias, ¿no?». Y yo, como Javier Losán interpretando a 'el Ovejas' en la serie 'El Pueblo', ni confirmé ni desmentí. Fue que sí.
Por las mismas, veo todas las películas que emite el programa 'Historia de nuestro cine'. Son tantas las películas que merecería la pena ver, tanto lo que me costaría excluir, que delego en los responsables del programa televisivo la decisión. Y aciertan, porque disfruto de lo que presentan sin añorar lo pospuesto. La última, 'La vida que te espera', un drama de aires pasiegos dirigido por Manuel Gutiérrez Aragón en el que las vacas acaparan protagonismo. Solo por eso ya me tendrían pegado a la pantalla. Ordeñé muchas allá por los ochenta. Y yo, igual que tantos, puedo decir como –más o menos, tiro de memoria– escribió Carmen Álvarez «las vacas me pagaron los estudios de trigonometría que, al poco, remataron el mundo de las vacas». En la película, Val (Marta Etura) escucha una misma frase, «de lo que no se habla, se borra», en diversas ocasiones. Varias veces se la susurra su padre, Gildo (Juan Diego), al oído porque la discreción manda. Otra, Rai (Luis Tosar), en alto para certificar su voluntad de formar pareja corriendo un tupido velo sobre el pasado.

Al igual que de mi indefinición, podría hablar de la que transmite el juego del Real Valladolid. De la misma forma que relaté cómo alguna decisión me vino dada, podría plantear que el Pucela se halla al límite de la dependencia, en la frontera de que no le valga ni con hacerlo bien. Tal y como señalé que las vacas fueron las involuntarias sacrificadas en el proceso de formación de una generación, podría exponer que Pezzolano tendrá que inmolar algún jugador en su búsqueda de los mejores para –palabras de Javier Yepes tomadas de Julio Lasa, 'el mejor analista de la historia del fútbol'– colocarlos siempre en su sitio. Podría maldecir el compendio de mala fortuna que persigue al equipo blanquivioleta; lamentar que una surrealista decisión arbitral inhabilita un remate y va a ser precisamente el único que rasca por dentro la red; aplaudir la coherencia de Mendilibar manteniendo el mismo discurso cuando, de dos decisiones similares en un breve espacio de tres días –una contra la Juve, otra frente al Pucela–, una le perjudica y la otra le beneficia. Podría, pero mejor sería centrarse en los cuatro partidos pendientes que dar vueltas a todo lo acontecido hasta este momento. Más que nada porque removiendo el pasado cabe el riesgo de infravalorarse y salir temerosos, de arrogarse una triste pose de víctima propiciatoria de no sé qué conjuras y estar más pendientes de factores externos que de desarrollar cabalmente nuestras capacidades, de temblar ante un precipicio que se abate bajo nuestros pies y desplomarse hacia él por pura inercia. El pasado no ayuda, olvidemos lo anterior. Ya sabemos, de lo que no se habla, se borra. No hablemos. Y a por lo que falta.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-05-2023

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