domingo, 21 de mayo de 2023

MIÉNTEME, DIME QUE...

Este privilegio de poder contarles en las páginas de nuestro 'Norte' alguna historia referida a cada partido del Pucela me concede de cuando en vez una conversación con alguien a quien apenas conozco, o ni siquiera eso, que encuentra en estos artículos un discreto modo de romper el hielo con facilidad. Una sonrisa y una pregunta lubrican la pista de despegue de la conversación. En tesituras como esta –y son ya unos cuantas– en que sentimos cómo el equipo se nos despeña, me siento cual Vienna (Joan Crawford) manteniendo con Johnny Logan (Sterling Hayden) en 'Johnny Guitar' uno de los diálogos más evocados y evocadores de la historia del cine. Él, un pistolero ahíto de disparos y muerte que ha sustituido su revólver por una mansa guitarra; y ella, dueña de un casino con visos de prosperar gracias a la llegada del ferrocarril; se reencuentran tiempo después de un romance interrumpido por las andanzas vitales de ambos. Johnny pretende ahora encontrar en las palabras de Vienna un consuelo, un bálsamo con que desinfectar una herida, un hilo con que zurcir la continuidad de la relación, el engarce de su propia biografía. Y precipita la conversación.
–No te vayas.

Tal vez curtida, quizá escamada, ella muestra una lejanía que no siente, que desea disipar tanto como lo teme.

–Pero si no me he movido.

–Dime algo bonito

–Claro, ¿qué deseas oír?

Y aclara lo que pretende oír a sabiendas de que tal vez la realidad no sea tal y como él ansía. Pero le vale con escucharlo de los labios de quien fue su amor porque alberga la esperanza de que, de no ser, por decirlo, como fue, sea.

–Miénteme, dime que me has esperado estos cinco años, dímelo.

Vienna hace caso a medias . A medias, porque no puede ser de otra manera. Al decir lo que le pide, le miente porque no miente. Sus ojos le delatan. Si le hubiera mentido, no podría haber dicho lo que Johnny le pidió.

–Todos estos años te he esperado.

–Y que habrías muerto si no hubiese venido.

–Habría muerto si tú...

–Y que todavía me quieres como yo te quiero a ti.

–Te quiero como tú me quieres a mí.

Satisfecho, Johnny da las gracias y apura el vaso de güisqui antes de que Vienna se lo quite de la mano y lo lance, irritada, contra la pared. La verdad es la verdad, no merece la pena conformarse con la versión que uno desea.

–Deja ya de hacerte la víctima, ¿crees que lo pasaste mal?, yo no encontré esta casa, la edifiqué, ¿cómo piensas que lo conseguí?

–No quiero saberlo.

–Pues yo te lo diré. Por cada madera, cada ladrillo, cada...

Johnny, tenso, le interrumpe. Vienna insiste en hablar, pretende reconstruir verbalmente el pasado para asentar el presente, cimentar el futuro. Palabras 'no bonitas' que él ansía no escuchar para convertir la realidad en una pesadilla, un mal sueño.

–No tienes que contarme nada porque nada fue real, solos tú y yo, lo único cierto.

Algún Johnny se me acercará esta semana con los ojos vidriosos.

–Dime algo bonito

–Claro, ¿qué deseas oír?

–Miénteme, Joaquín, dime que nos mantenemos.

–No descenderemos.

–Gracias.

Lástima que yo no sea Vienna, que mis ojos reflejan que digo lo que mi interlocutor me suplica, que respondo tal cual, mintiendo. Tampoco, cumplido el trámite solicitado, giraré la conversación en la dirección de la verdad ni porfiaré con el 'yo te lo diré' ni lanzaré el vaso contra la pared. Los dos rascaremos las cuerdas de la guitarra esperando que, al caer la tarde, podamos escuchar que todo ha sido una pesadilla, que la historia continúa para poder seguir contándoles cosas bonitas.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-05-2023

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